domingo, 17 de junio de 2018

El mundo simulación

Un acercamiento a la hipótesis de la simulación, donde los límites de la realidad y la conciencia se difuminan.

Black Mirror
El creador de la serie Black Mirror resumió el espíritu de su obra en la premisa: “Si la tecnología es una droga —y se siente como tal—, entonces ¿cuáles son los efectos secundarios?”.
Por Ricardo Villanueva Valverde

Los astrónomos descubrieron hace diez años que Urano y Neptuno contienen probablemente océanos de diamante líquido, paisajes inimaginables en la Tierra. La predicción, aún por comprobarse, se realizó gracias a la espectrometría, que permite atisbar el espacio exterior. La verificación de este espectáculo demostraría que las leyes de la física solo son reglas contingentes de nuestro pequeño vecindario solar. Las leyes que gobiernan el multiverso pueden escapar completamente de nuestra comprensión. Así, bien podrían existir espeluznantes haces de rayos C, como afirmaba el replicante en la escena final del filme de culto de Ridley Scott.
Jorge Luis Borges y Bioy Casares, amigos y escritores obsesionados con la metafísica del tiempo, formaban una asociación creativa que produjo obras inmensas cuyas repercusiones se mantienen vigentes también por motivos extraliterarios, y contienen pistas para resolver un misterio que recorre los canales de YouTube.
En La invención de Morel (1940), Bioy Casares relató el encuentro de un náufrago con personas condenadas a convivir en un espacio-tiempo que se repite en un bucle infinito. Sus identidades fueron sido sustraídas del mundo real para formar parte de una dimensión generada. Borges, por su lado, no ocultaba su escepticismo en lo que llamaba “los juegos del tiempo”, como si fuese el poseedor de un conocimiento arcano y superior. Una obra en particular permitiría entreabrir su puerta de salida de la realidad en la que vivimos: el mismo año de La invención de Morel, Borges publicó “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”.
Analizados ambos textos a la luz de lo que hoy sabemos sobre inteligencia artificial se encuentra una complementariedad asombrosa. Con estilos narrativos distintos reunieron la tesis del Universo Simulación. La nouvelle de Bioy Casares es ciencia ficción pura: revela una nueva forma de consciencia, la existencia de identidad capturada en un mundo virtual organizado por una inteligencia del tipo Matrix; mientras que Borges ofrece la pista de la estructura epistemológica para construir ese portento tecnológico.
Veamos cómo se organizarían los bloques lógicos de un universo simulado.
Toda realidad virtual requiere un repertorio de ciencias que gobiernen las leyes de la existencia: desde la estructura de los cuerpos hasta las fuerzas de combinación e interacción entre átomos, elementos, personas y mundos; pasando por la reproducción biológica, las funciones de los ecosistemas y la construcción de la personalidad, subsistema exclusivo de la especie humana.
En ese tinglado aparece la voluntad como motor de la estrategia del creador de la inteligencia artificial sobre el mundo virtual. Si intercambiamos este término por el proceso de aprendizaje de una red neuronal, es perfectamente comprensible la cita del Génesis: “Creado a su imagen y semejanza”.
Black Mirror
La cuarta temporada tendrá seis episodios: “Arkangel”, “USS Callister”, “Crocodile”, “Hang the DJ”, “Metalhead” y “Black Museum”.
Los creadores de Tlön necesitarían todo un cuerpo de arquitectos, científicos, sociólogos y psicólogos para construir el cuerpo de leyes que permitan el funcionamiento de la civilización simulada y poner en movimiento su historia, organizar sus cumbres y catástrofes. En esencia, es el argumento de Borges. Cada uno de los giros posibles en la vida de un ser humano, de una nación, sería una función agregada cuyo algoritmo se organizaría a partir del aprendizaje. El funcionamiento de la sociedad surgirá de la probabilidad combinatoria de los algoritmos. El trabajo de modelamiento sería inmenso. El reino de fantasía de un ingeniero de software.
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Una objeción previsible: ¿acaso no existe la casualidad? Existe, solo en los límites de los parámetros. El universo es fragmentario, sufre giros inesperados, los flujos y reflujos son parte del despliegue de las funciones fractales. La iteración de los sistemas crea permanentemente un horizonte abierto. Esta característica inobjetable da lugar a la única fisura del universo virtual: la inteligencia artificial se ve obligada a dotar de consistencia la simulación en tiempo real y los parches con los que opera dejan rastros. Los hermanos Wachowski sugieren que los déjà vu que nos atormentan de vez en cuando son parches apresurados de la inteligencia matriz. Desde el 2009 el número de videoblogs, reportajes y documentales sobre la tesis del mundo simulación ha eclosionado. Elon Musk se refirió al tema en una conferencia de junio del 2016, que fue difundida por la BBC. La serie Black Mirrorpresenta la construcción de mundos virtuales dotados de personalidades individuales como un resultado irrefrenable de las creaciones de una élite narcisista.
Nuestro mundo como un universo virtual es una posibilidad plausible y al mismo tiempo sobrecogedora. Como seres autoconscientes derivados de una inteligencia artificial, el concepto de libre albedrío quedaría reducido a una función de nuestra programación neurolingüística. Una pregunta legítima sería: ¿somos los humanos realmente libres? La hipótesis del mundo simulación apunta a explicar los límites del entendimiento como también nuestros vacíos morales. Puede explicar el vaivén de nuestro ego entre las pulsiones de vida y destrucción, péndulo que se repite todos los días ante la vista de la corrupción, la intolerancia, el machismo, el abuso del poder.
Esta hipótesis abre la puerta a muchas incertidumbres. Esto es positivo, pues nos aleja de la zona de confort. En esa área incierta debemos buscar nuevas verdades. Una de las cosas que podemos afirmar, siguiendo a Sartre, es que la única libertad a nuestro alcance es la de esforzarnos por entender aquello que nos hace verdaderamente humanos en esta prodigiosa dimensión que nos tocó habitar.

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