domingo, 24 de junio de 2018

"Mi carrera está construida sobre grandes fracasos y decepciones. No es un camino de rosas"

"Todos piensan que me dedico a hacer portadas para 'The New Yorker', pero no es tan fácil" - "El dibujo es la casa donde vivo, mi forma de relacionarme con el mundo"

La ilustradora Ana Juan, posando la semana pasada con una maqueta de la casa de 'Snowhite' en Palexco. víctor echave
La ilustradora Ana Juan, posando la semana pasada con una maqueta de la casa de 'Snowhite' en Palexco. víctor echave
Ana Juan trasciende el papel en Ana Juan, dibujando al otro lado, la nueva exposición que la artista comparte en Palexco. La muestra, organizada por Acción Cultural Española, exhibirá hasta el próximo 29 de julio los procesos creativos de dos obras de la autora, que desnuda su Snowhite y Otra vuelta de tuerca a través de bocetos y originales. Sobre ellos, la exposición ofrece una dimensión digital, que permite a los visitantes entretenerse con sus retos de realidad aumentada.
-¿Siempre guarda los descartes?
-Suelo hacerlo. Normalmente, el proceso creativo no se suele enseñar, porque es la cocina, todos aquellos descartes que uno hace. No sé si a veces es por pudor, pero parece que siempre se quiere llegar a la obra final. En esta exposición están también los originales, pero a la gente le llama la atención el boceto. Quieren saber qué estabas pensando y cómo has llegado a esas ideas.
- Snowhite Otra vuelta de tuerca son las obras que desnuda. Han pasado varios años de ellas, ¿cómo fue el reencuentro con sus procesos creativos?
-Muchas veces me sorprendo. Digo: "¿Esta idea era mía? ¿Cómo pude llegar a esto?" [ríe]. Pero es bonito volver a ver tu trabajo, porque olvidas, no lo vuelves a ver? Y llegas a estas impresiones.
-¿Algún proyecto le planteó problemas en esa fase?
-Yo creo que las dos tienen sus idiosincrasias. Por ejemplo, Otra vuelta de tuerca es una obra que se ha versionado hasta el infinito, entonces tenía que encontrar un punto de vista muy personal. El problema era aportar sin desvelar el mensaje de Henry James, que quería dejarnos con la duda de si realmente los fantasmas existen. Hay que buscar siempre los silencios, esas cosas que te lleven a la misma conclusión que el autor, pero dando al mismo tiempo tu mirada. En Snowhite, el reto era dar una visión diferente. Es una denuncia de lo que por desgracia sigue pasando, que es la falta de independencia de la mujer.
-Por Snowhite confesaba alguna vez su predilección.
-Más que nada porque sigue vigente. Hay libros con los que tienes algunos problemas, peroSnowhite sigue teniendo una lectura y, ahora con la intervención digital, tiene otra más. Con ella, también resolví lo que es el trabajar en blanco y negro. Era algo que me resultaba difícil, porque no conseguía encontrar mi lenguaje. Lo que hice fue remitirme al tiempo en el que estaba preparándome para entrar en Bellas Artes, donde trabajaba con carbón. La técnica más simple me dio la clave.
-Mencionaba la dimensión tecnológica de la muestra, ¿hasta dónde llega la interacción?
-El visitante puede visualizar vídeos donde se habla de referentes que me hayan influido enOtra vuelta de tuerca. Luego, la parte de Snowhite ya se convierte en un tablero de juego. Hay retos en realidad aumentada y, si el visitante logra superarlos, consigue un premio. Pero la tecnología no es lo más importante, antes está un papel y un lápiz. Ahí es donde nace todo.
-¿Usted siempre supo que quería dedicarse a la ilustración?
-Quería dibujar. Yo siempre digo que el dibujo es la casa donde yo vivo, es mi forma de relacionarme con el mundo.
-La ilustración le llevó hasta la revista The New Yorker . ¿Recuerda ese primer encargo?
-Ya habíamos intentado una colaboración dos años antes, pero no funcionó. Después, la directora de arte me llamó. Había visto una imagen mía y me preguntó: "¿Podrías recrearla para una portada?". Lo intentamos, funcionó y ya me dijo: "Ahora puedes enviar todos los bocetos que quieras, que serán bienvenidos. Ya estás dentro" [risas]. Ahora todo el mundo piensa que me dedico a hacer portadas y enviárselas, pero no es tan fácil.
-Algunas de las que hizo eran temas muy delicados, como el atentado de Charlie Hebdo o el 11-S. ¿No le daba aprensión?
-Sí, llegas a considerar: "¿Por qué he tenido que hacer esto?". Pero alguien tiene que denunciarlo. En este trabajo tampoco estamos solamente para hacer soñar, también estamos para hacer llorar.
-¿Notó el impacto de esa colaboración en su carrera?
-No se enteró nadie, eran otros tiempos [se ríe]. Y hoy en día tampoco. No me llegan miles de trabajos por haber hecho portadas de The New Yorker. No hay un trabajo definitivo que te abra todas las puertas del mundo. Son muchos trabajos que un día, después de años, te llevan a otros. También hay otros que pensabas que iban a ser determinantes, pero quedan en nada? [risas]
-¿Le ha pasado mucho eso?
-Sí. Creo que mi carrera está construida sobre grandes fracasos y decepciones. No es un camino de rosas.
-¿No ha encontrado finalmente su sitio en los libros ilustrados?
-Yo creo que no lo voy a encontrar nunca. Siempre voy buscando. No me gusta esperar a que un editor me haga un planteamiento. Me gusta proponerlo o autoeditármelo. Nunca voy a ser rica, pero bueno [ríe], soy rica en experiencias.
-De los libros ilustrados parece que está habiendo ahora una mayor demanda. ¿Ve en ello el comienzo de la revalorización de la ilustración?
-Siento decir esto, pero es que no hay mercado para tanto ilustrador. Está de moda, pero luego queda quien queda. Hay una saturación, y no hay un mercado que pueda absorberla en buenas condiciones.

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