viernes, 26 de febrero de 2016

Sastrería tecnológica


  • Los gadgets del futuro estarán hechos a nuestra medida, no sólo los llevaremos encima, sino que formarán parte de nuestro organismo como medidores del estado físico

    FRANCESC BRACERO

    Durante los últimos años, los avances de la tecnología de consumo nos han hecho conocer muchos términos nuevos. Uno de los que más trabajo dieron a los responsables de edición de los diarios fue wearables . Esa palabra, que en inglés significa “algo para vestir” o “llevar encima”, fue traducida como vestible. Demasiado tarde. La palabra wearable ya se ha quedado entre nosotros. Y los dispositivos a los que se aplica, también. Durante la evolución de la tecnología humana, los aparatos se han acercado cada vez más a nosotros.
En el futuro usaremos diferentes tipos de tecnología wearable en función de sus utilidades. Una de ellas es el campo de la salud, y dentro de esta habrá muchas posibilidades de dispositivos para llevar encima o integrados en nuestro cuerpo. Uno de los aspectos en los que ganarán terreno estos ingenios es el de la prevención. ¿Es posible que un día un pequeño aparato nos detecte cualquier enfermedad en una fase muy inicial? Tanto como la posibilidad de llevar un sensor que así lo haga y que muestre su información en una pantalla como la del reloj, la del móvil, el ordenador o la gran pantalla de un televisor en casa.
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Los primeros usos de en el campo de la salud ya llevan unos años entre nosotros. Las pulseras cuantificadoras de Nike Fuelband, Fitbit, Jawboney otras abrieron el camino. Al principio, la mera recolección de nuestros datos físicos, como las pulsaciones o el teórico consumo diario de calorías, abrieron muchas expectativas sobre el uso de estos dispositivos, pero los datos, por sí solos, acabaron por cansar a los usuarios, y se registró un descenso en su uso al cabo de unos pocos meses, porque la información deja de ser novedosa e interesante. Las que funcionaron mejor, y por tanto obtuvieron un respaldo de los consumidores, fueron las que asociaron su información a aplicaciones que permitían analizar esos datos y ofrecer resultados prácticos que invitaban a mantener y mejorar hábitos como el ejercicio o la nutrición más adecuada.
Eso no es futuro, porque esta tecnología ya está en la calle, a nuestro alcance. La más avanzada en estos momentos es la que nos ofrecen los relojes inteligentes, los smartwatches . Aunque son vistos por algunos como un capricho, no es así. El primer gran avance de estos dispositivos sobre los relojes mecánicos tradicionales es la posibilidad de tener cualquier información que su usuario considere útil a un golpe de vista de la muñeca. Todo es configurable a gusto del consumidor.
Con uno de los modelos avanzados del mercado podemos tener a mano datos de tiempo de cualquier ciudad del mundo, meteorológicos, saber cuándo llega el momento de bajarnos del autobús, ser guiados paso a paso por cualquier ciudad con sencillos avisos en forma de vibración sin mirar la pantalla, recibir y responder mensajes de inmediato sin tener que teclear con el teléfono y controlar nuestra actividad física diaria.
Toda esa lista es una mínima parte de lo que puede hacer un smartwatch y no puede hacer un reloj mecánico. Al fin y al cabo, un reloj tradicional es una máquina pensada para ofrecer una información precisa. Los nuevos dispositivos aumentan esas posibilidades. A todo ello hay que añadir su extrema precisión: muchos de ellos ofrecen la hora de cualquier lugar del mundo, conectados a relojes atómicos, con lo que la hora es siempre la más exacta posible.
Los relojes inteligentes se encuentran en sus primeros días y ya tienen utilidades muy prácticas que mejorarán con los años. Será habitual que el reloj haga las veces de llave de casa, del coche o de una habitación de hotel. De la misma forma, será más práctico llevar en la muñeca toda nuestra identificación, billetes y sistemas de pago basados en reconocimiento biométrico, como la imagen del iris o la huella dactilar, que las siempre inseguras contraseñas que tantos disgustos han dado a millones de personas.
Dentro del campo de la salud, la utilización de nuevos materiales sintéticos, la nanotecnología y los avances en campos como la investigación médica nos traerán un día nanorrobots capaces de circular por nuestra corriente sanguínea, detectar el foco de enfermedades y solucionar el problema. Es ficción científica, pero no ficción imposible. Científicos de la Universidad de California ya han desarrollado una nanopartícula capaz de reconocer células tumorales y de inyectarles medicamentos para destruirlas mientras evitan atacar a las células sanas. Es una tecnología que, más que para llevar encima, será para integrarla como un órgano más. Es lógico que el interior de nuestro cuerpo sea la última frontera de la tecnología humana.
Los avances en campos como la investigación médica traerán nanorrobots capaces de circular por la corriente sanguínea y detectar focos de enfermedades
Los avances en campos como la investigación médica traerán nanorrobots capaces de circular por la corriente sanguínea y detectar focos de enfermedades (Fredrik Skold - Otras Fuentes)
En el cuerpo de la información y el entretenimiento, llevamos unos años pendientes de dispositivos de realidad aumentada y de realidad virtual. Los primeros, como las Google Glass, nos añaden información sobre la imagen que ya vemos. Por ejemplo, nos serían útiles para que nos dijeran el nombre de una persona que nos saluda y cuyo nombre o circunstancias personales no recordamos. Es la forma de visión que tienen los ingenios mecánicos del cine como Robocop Terminator. El problema es que llevar uno de estos dispositivos no es natural. La propia Google ha frenado la expectativa de comercialización de sus gafas para intentar darles una vuelta de tuerca que haga que esa tecnología sea fácilmente asimilable por los usuarios.
FOTO GOOGLE GLASS: Las Google Glass pueden ser muy útiles en estos momentos para aplicaciones profesionales, pero poco prácticas para que todos llevemos unas encima
La estrategia de Google apunta a la idea de que más vale esperar a tener un dispositivo maduro que tenga entrada en el mercado que lanzarlo antes de tiempo y quemar sus opciones de convertirse en una tecnología ampliamente aceptada. Así que la realidad aumentada podrá tener un sistema muy parecido al del ingenio de Google, pero más perfeccionado. ¿Podríamos llevar una lentilla que nos diera toda esa información sin necesidad de enfocar nuestra vista? Probablemente sí y esa es, precisamente, una de las claves de los wearables con los que nos vestiremos a medida en el futuro.
Una de las características esenciales de los dispositivos para llevar encima será que sean invisibles. Si nuestra ropa incorporará sensores de temperatura y humedad para detectar si debe configurarse de forma que nos haga sentir más cómodos, todo ello deberá ser una tecnología que funcione por debajo de nuestra atención, sin necesidad de nuestra intervención. Es más, no debe requerir una atención especial. Por ejemplo, si no podemos lavar esa ropa sin problemas, tampoco será útil que tenga sensores.
Las Google Glass pueden ser muy útiles en estos momentos para aplicaciones profesionales, pero poco prácticas para que todos llevemos unas encima
Las Google Glass pueden ser muy útiles en estos momentos para aplicaciones profesionales, pero poco prácticas para que todos llevemos unas encima (Gergely Antal - Otras Fuentes)
Lo que no va a ser invisible serán los dispositivos de realidad virtual, que nos permiten adentrarnos en otros mundos distintos al lugar en el que estamos físicamente. Ya hay varios en el mercado que se utilizan para videojuegos, turismo y otro tipo de aplicaciones. Uno de los más prometedores de estos visores es Oculus Rift, comprado por Facebook. Su fundador, Mark Zuckerberg, sueña con que un día nos comuniquemos a distancia con estos sistemas. Por ejemplo, podríamos asistir auna clase universitaria en Estados Unidos sin necesidad de movernos del salón de casa, pero con la sensación de haber estado en el aula y haber participado de una lección in situ y en directo.
Como es lógico con muchas tecnologías, el último grito siempre está disponible primero para la industria de defensa, que es la que dispondrá (de hecho ya tiene) de un mayor campo de aplicaciones tecnológicas para llevar encima. El soldado del futuro será mitad humano, mitad máquina, por el elevado número de soluciones tecnológicas que llevará incorporadas. Desde exoesqueletos que le permitirán correr a mayor velocidad, cargar grandes volúmenes de peso y combatir en condiciones extremas más allá de la resistencia humana, hasta visores nocturnos y de realidad aumentada que darán información esencial para el combate.
En la industria, la utilización de la realidad aumentada permitirá abaratar costes y tiempo. Si, entre una maraña de cables, un visor (ya sean unas gafas o unas lentillas) facilita reconocer uno determinado, eso se traduce encostes materiales, seguridad del trabajador y tiempo. Es decir, rentabilidad, y por tanto el sector industrial impulsará el uso de tecnologías de realidad aumentada en numerosos procesos de trabajo.
En nuestras vidas, la incorporación de la tecnología wearable se regirá por la misma lógica por la que en su día adoptamos determinadas innovaciones y rechazamos otras: que sea práctica, fácil de usar y no requiera habilidades especiales. De poco servirá llevar sensores en la ropa si después son tan delicados que se estropean con facilidad y hay que estar en continua interacción con los datos que proporcionan. El futuro para llevar encima será, ante todo, práctico e invisible.

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