Escribe:
Jorge Bruce
http://larepublica.pe/impresa/opinion/793130-pokemon-go-fenomeno-transicional
Llega un joven paciente a su cita y me anuncia, con aire solemne: “En su consultorio no hay pokémones”. Era una broma pero estaba a tono con el fenómeno que recorre el mundo. Esta mañana salí al parque con mi hija de 11, premunida de su dispositivo. Nos encontramos con chicos y chicas de muy diversas edades, solos o en grupo, concentrados en sus celulares. “Ahí hay un gimnasio”, me explica mi hija. Y luego: “¡Son del equipo azul! ¡Los odio!”. Ese fue mi trabajo de campo para esta nota. Les ahorro una serie de explicaciones que muchos de ustedes deben conocer, sobre todo si nacieron en la década de los ochentas. Esa fue la época del dibujo animado que ha dado lugar a este juego de realidad aumentada.
Esta es una parte del éxito adictivo de este juego a escala planetaria. Mucha gente que desconoce los detalles del dibujo ha sucumbido a esta moda irresistible. A pesar de que no es la primera vez que se lanza un juego de estas características, jamás se había visto un efecto de estas dimensiones virales.
El deseo de pertenecer, de no quedar excluido, hace que mucha gente descargue Pokémon Go sin que necesariamente vaya a jugarlo. Pero para quienes sí lo hacen, la cacería tiene un atractivo innegable. La emoción con que mi hija me iba anunciando los pokémones que “circulaban” por el parque no engaña. Ese aspecto peripatético –que es también una fuente de riesgos, como bien sabemos, en un país con un índice tan alto de robos callejeros– contrasta con el ensimismamiento de los juegos tradicionales en celulares, consolas u otros dispositivos. Los chicos a los que vi, interactuaban y parecían pasarla muy bien.
Me tranquilizó, en el parque Mariscal Castilla, ver que mi hija sacaba los ojos de la pantalla para ver a unas ardillas de carne y hueso, muy emocionada. No había caído en la desrrealización. El psicoanalista Winnicott acuñó la teoría de los objetos y fenómenos transicionales. Estos permiten al niño construir una noción del mundo, entre el adentro y el afuera. Es muy pronto para decir si estos bichos tienen algo de eso, pero vaya que me lo pregunto.
Llega un joven paciente a su cita y me anuncia, con aire solemne: “En su consultorio no hay pokémones”. Era una broma pero estaba a tono con el fenómeno que recorre el mundo. Esta mañana salí al parque con mi hija de 11, premunida de su dispositivo. Nos encontramos con chicos y chicas de muy diversas edades, solos o en grupo, concentrados en sus celulares. “Ahí hay un gimnasio”, me explica mi hija. Y luego: “¡Son del equipo azul! ¡Los odio!”. Ese fue mi trabajo de campo para esta nota. Les ahorro una serie de explicaciones que muchos de ustedes deben conocer, sobre todo si nacieron en la década de los ochentas. Esa fue la época del dibujo animado que ha dado lugar a este juego de realidad aumentada.
Esta es una parte del éxito adictivo de este juego a escala planetaria. Mucha gente que desconoce los detalles del dibujo ha sucumbido a esta moda irresistible. A pesar de que no es la primera vez que se lanza un juego de estas características, jamás se había visto un efecto de estas dimensiones virales.
El deseo de pertenecer, de no quedar excluido, hace que mucha gente descargue Pokémon Go sin que necesariamente vaya a jugarlo. Pero para quienes sí lo hacen, la cacería tiene un atractivo innegable. La emoción con que mi hija me iba anunciando los pokémones que “circulaban” por el parque no engaña. Ese aspecto peripatético –que es también una fuente de riesgos, como bien sabemos, en un país con un índice tan alto de robos callejeros– contrasta con el ensimismamiento de los juegos tradicionales en celulares, consolas u otros dispositivos. Los chicos a los que vi, interactuaban y parecían pasarla muy bien.
Me tranquilizó, en el parque Mariscal Castilla, ver que mi hija sacaba los ojos de la pantalla para ver a unas ardillas de carne y hueso, muy emocionada. No había caído en la desrrealización. El psicoanalista Winnicott acuñó la teoría de los objetos y fenómenos transicionales. Estos permiten al niño construir una noción del mundo, entre el adentro y el afuera. Es muy pronto para decir si estos bichos tienen algo de eso, pero vaya que me lo pregunto.
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