Es el primer 'smartwatch' que no renuncia a la cuestión estética: al dejar de tocarlo su superficie adquiere la apariencia de un reloj normal.
El reloj engaña: se sincroniza con móviles Android y su pantalla es táctil.
Cuando aparecieron los relojes de pulsera, allá por el siglo XIX, los hombres los miraron recelosos ¿Los veían como algo inútil? En absoluto. El problema es que parecían un accesorio femenino. ¿Un hombre con pulsera? ¡Un insulto a la estética!
El diseño futurista de ciertos aparatos está bien en la ficción, pero no para el día a día: nadie quiere parecer el figurante de una película de serie B. Quizás por eso la tecnología llevable no termina de cuajar en nuestra sociedad: el 33% de las personas que adquieren uno de estos artilugios suelen abandonar su uso a los seis meses, según un estudio de Endavour Partners.
Nos gusta innovar, pero sin renunciar a estar guapos. Los smartwatches o relojes inteligentes se habían dejado la cuestión estética por el camino, veáse el Apple Watch o el Gear de Samsung,ambos innovadores pero poco convincentes para los que tengan un gusto clásico. Parece que esto lo saben bien los creadores de este reloj, la veterana firma suiza TAG Heuer. Es smart , pero no lo parece: se sincroniza con móviles Android, incorpora un micrófono y su pantalla es táctil. Lo bueno para los más clásicos es que al dejar de toquetearlo su superficie adquiere la apariencia de un reloj normal: las agujas aparecen a modo de salvapantallas, de forma tan realista que te costará descubrir que sólo es una proyección digital.
Hasta ahora las empresas tecnológicas no se deshacían de la estética friki y las marcas de moda no se adaptaban bien a los nuevos avances, dos factores que han provocado la unión de sus caminos. Hay casos como el de las Google Glass y su edición diseñada por Diane Von Fürstenberg, o el de la pulsera MICA, capaz de conectarse a internet con elegancia gracias a la alianza entre la firma de moda Open Ceremony y la tecnológica Intel.
Utilizar nuevos inventos no es sinónimo de mal gusto, algo que pronto aprendieron los caballeros del XIX adoptando los relojes de pulsera. Eso sí, sería difícil explicarles que ahora para consultar la hora primero hay que conectar el reloj al teléfono.
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