miércoles, 23 de diciembre de 2015

El transhumanismo: ¿Pesadilla o utopía?

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Crédito: El Confidencial

El Confidencial
Una de las ventajas de un periódico digital es que se puede escribir un artículo para recomendarles que lean otro artículo y adjuntárselo. En mi caso, este. Con esta extraña palabra, “transhumanismo”, se designa unaconstelación de ideas, realidades y expectativas cuyo denominador común es que las nuevas tecnologías probablemente cambiarán las posibilidades del ser humano en el próximo siglo y en los siguientes, hasta tal punto que nuestros descendientes ya no serán, en muchos aspectos, “humanos”. Serán “transhumanos” e incluso “posthumanos”. En cualquier caso, “postdarwinianos”, porque la evolución no va a ser biológica, sino tecnológica.
¿Qué hay de verdad en todo esto? Sigo la trayectoria de Ray Kurzweill desde que escribió 'La era de las máquinas espirituales' (‘The Age of Spiritual Machines’)  un libro en que se mezclan tecnología real y tecnología ficción, y que predice que la inteligencia artificial superará a la inteligencia humana en unos cuantos decenios. A pesar de ser un gran tecnólogo, no le tomábamos muy en serio, pero ahora la cosa ha cambiado: es el director de investigación de Google y está metido en grandes proyectos innovadores. Ha fijado para el año 2045 la aparición de la“Singularidad”. Este es un término que, hasta donde sé, utilizó por primera vez John von Neumann —el genio matemático que inventó la actual arquitectura de los ordenadores— a finales de los cincuenta, para indicar el radical cambio que la emergencia de una inteligencia artificial cada vez más potente, generalizada y capaz de mejorarse a sí misma supondría para la humanidad. El concepto fue popularizado en 1993 por Vernor Vinge con su artículo “The Coming Technological Singularity: How to Survive in the Post-Human Era”, que contiene la declaración citada a menudo: "Dentro de treinta años, vamos a disponer de los medios tecnológicos para crear inteligencia sobrehumana. Poco después, la era humana se terminará."
Si una máquina fuera capaz de reescribir su propio software para ser aún más inteligente, se produciría una recursividad expansiva, es decir, aceleraría su capacidad exponencialmente. Este tipo de “inteligencia artificial”, que se denomina “inteligencia artificial fuerte”, o “inteligencia artificial general”, provocaría una “explosión de inteligencia”. "La Singularidad —escribe Kurzweil— nos permitirá trascender las limitaciones de nuestros cuerpos y cerebros biológicos. No habrá distinción, después de la Singularidad, entre el ser humano y la máquina". ¿Esto es bueno o es malo?
Es sorprendente que, en plena revolución francesa, Nicolás de Condorcet, un pensador admirable, previese la posibilidad y los riesgos de la situación actual: “La naturaleza —escribió— no ha establecido un plazo para la perfección de las facultades humanas; la perfectibilidad del hombre es verdaderamente indefinida; y el progreso de esta perfectibilidad de ahora en adelante es independiente de cualquier poder que pudiera desear detenerla, no tiene otro límite que la duración del mundo en el que la naturaleza nos ha echado. Este progreso variará sin duda en la velocidad, pero nunca será invertido el tiempo en el que la tierra ocupa su lugar actual en el sistema del universo, y siempre y cuando las leyes generales de este sistema produzcan ni un cataclismo general ni cambios tales como la voluntad de privar a la humanidad de sus facultades actuales y sus recursos actuales”.
No me cabe duda de que la inteligencia, en cuanto capacidad de captar, manejar y elaborar información va a aumentar espectacularmente, pero este hecho me reafirma en la necesidad de distinguir entre inteligencia  y talento: el talento es el buen uso de la inteligencia y se caracteriza por la capacidad de elegir bien las metas, e intentar alcanzarlas. La elección de metas es el punto decisivo. Y es ahí donde debemos insistir, porque es lo que nos permite elegir caminos creadores o destructores. Necesitamos diseñar urgentemente planes educativos para enseñar a usar bien de una tecnología de la inteligencia que va a desarrollarse a tal velocidad que debemos tener nuestra respuesta preparada antes de que advenga. Les pondré un ejemplo: la tecnología de realidad aumentada —como las gafas Google— que mezcla información sensitiva con información producida por ordenador está a la vuelta de la esquina. Una realidad aumentada necesita una inteligencia aumentada que sepa gestionarla. Este es un reto ineludible. Con motivo del ‘Libro blanco de la profesión docente’  se me ha acusado de ser un megalómano educativo, que reclama para la educación tareas demasiado ambiciosas. No soy yo, es la realidad la que nos exige hacerlo. Ante la amenaza del “transhumanismo” tendremos que reafirmar sólidamente un “humanismo” adecuado. En eso estamos. 
Artículo de José Antonio Marina para El Confidencial.

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