Las Google Glass causaron expectación desde el primer momento en el que salieron a la luz en abril de 2012. No eran las primeras gafas de realidad aumentada desarrolladas para el gran público, pero sí tenían un diseño más elegante y ligero. Y, además, tocadas por la varita mágica de Google.
Todos queríamos probarlas, y desde los medios de comunicación -y no sólo los tecnológicos- contábamos sus bondades, el casi infinito mundo de posibilidades de Google Glass, también los problemas de privacidad y seguridad. Y, por supuesto, no faltaron parodias sobre unas gafas de las que se hablaba mucho, pero que nadie podía comprar.
Unas pocas unidades de Google Glass salieron a la venta en Estados Unidos por 1.500 dólares. Un precio desorbitado si tienes en cuenta que sólo se trataba de un prototipo.
Hasta que Google decidió que había llegado el momento de dar carpetazo al proyecto. Esto ocurría a principios 2015. El anuncio se hizo de manera discreta y pocos medios se hicieron eco de él. El producto final nunca llegó al mercado.
Google, sin embargo, no desiste en su empeño. Y para acallar posibles especulaciones tras el abandono de sus Google Glass, ya ha dicho que no deja el mundo de los wearables. Su intención es seguir trabajando en el diseño de una nuevas gafas de realidad aumentada que, estas sí, puedan llegar al gran público, aunque todavía sin fecha.
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