viernes, 2 de agosto de 2019

La robótica amenaza con remplazar 64% de los empleos de Argentina



Los problemas son complejos y las dificultades deberían ser atendidas por los países del mundo en general, pero, particularmente, para las sociedades que formamos parte de lo que se consideran países emergentes o que estamos en ese camino.

Por: Marcelo Torrez@MarceloTorrez

El periodista y escritor argentino Andrés Oppenheimer –autor del libro ¡Sálvese quien pueda!, entrevistado por Elevediez– dijo que el avance de la tecnología es “irreversible” y que eso modificará rotundamente las ocupaciones, profesiones y oficios conocidos desde hace muchos años. Reconoció que muchos de los que tenemos la suerte de desarrollar nuestra vocación, ya sea por medio de un trabajo en relación de dependencia, o bien, a través de uno independiente o autónomo, tendremos que reconfigurarnos o adaptarnos a las nuevas condiciones laborales que cambiarán el mundo. Sin embargo, de ninguna manera se consideró un “apocalíptico” al considerar que estamos ante un escenario muy parecido a lo que vivió el mundo durante la Revolución Industrial, y que siempre este tipo de cambios, semejantes a una revolución, dan oportunidades.

Oppenheimer escribió ¡Sálvese quien pueda! a mediados del 2018 y su libro –al publicarse en agosto de aquel año– rápidamente se transformó en una suerte de lectura obligatoria para aquellos ocupados o preocupados por el futuro de sus trabajos, particularmente en el mañana por venir, en sus hijos, en sus nietos y en su descendencia. Al periodista de la CNN en español, argentino, pero radicado en Miami desde hace varias décadas atrás, la elaboración del libro le demandó cinco años de investigación, tiempo en el cual recorrió medio mundo observando la influencia e incidencia de la robótica, la realidad aumentada y de las nuevas tecnologías en general, que ya habían comenzado a modificar unas cuantas profesiones, porque, sencillamente, las máquinas robotizadas han comenzado a remplazar a los empleados humanos. Afirmó que lo motivó a realizar la exhaustiva investigación un estudio de la Universidad de Oxford que pronosticó –un poco antes del 2013– que 47% de los empleos corren el riesgo de ser remplazados por robots y computadoras con inteligencia artificial en Estados Unidos durante los próximos 15 o 20 años. “El fenómeno no es nuevo, pero nunca antes se había dado tan aceleradamente”, confiesa el autor en el arranque del prólogo del libro.

El fin de semana, el domingo, para más exactitud, millones de televidentes del mundo pudieron seguir en vivo la primera competencia mundial del popular videojuego Fortnite, en el cual, uno –quien juega– es un individuo que se enfrenta a cientos de desafíos al competir contra otros jugadores, pero también con las trampas y dificultades que se va encontrando en el camino. La finalidad es alcanzar la meta, siendo uno solo el que sobrevive en una suerte de isla que el jugador va visualizando por medio de mapas, como si se tratase de un GPS. En ese primer mundial, un argentino de 13 años –quien lideró en varios pasajes el juego– terminó la competencia en quinto lugar entre más de cien participantes del mundo. El ganador resultó ser un joven norteamericano que se alzó con un premio de US$3 millones; el adolescente argentino embolsó US$900 mil. La sorpresa, o novedad para muchos, es que Oppenheimer le dedica una parte de su libro a los deportes del futuro y advierte que muchos de los deportes que seguimos por la TV o los medios convencionales también irán mutando al ritmo de las nuevas tecnologías, y que las audiencias cada vez más se permitirán ser más participativas. Que, si bien nada ni nadie cambiará la sensación de estar en un estadio deleitándose con su equipo preferido de fútbol, los deportes del futuro nos tendrán a los ciudadanos del mundo como partícipes gracias a la realidad aumentada y a la inteligencia artificial. Algo de eso fue lo que se vio el fin de semana en Estados Unidos, en el mismísimo escenario donde se disputa todos los años el prestigioso torneo de tenis US Open.






Los problemas son complejos y las dificultades deberían ser atendidas por los países del mundo en general, pero, particularmente, para las sociedades que formamos parte de lo que se consideran países emergentes o que estamos en ese camino. Un informe del Banco Mundial –citado en ¡Sálvese quien pueda!– da cuenta de lo que se les viene encima a los países que no logren adaptarse a las nuevas condiciones que imponen las nuevas tecnologías y el avance de la ciencia tech en particular. Dice el banco: “El porcentaje de trabajos amenazados por la automatización será de 77% en China, 69% en India y Ecuador, 67% en Bolivia, 65% en Panamá, 64% en Argentina, Paraguay y Uruguay, 57% en el promedio de los países industrializados y 47% en Estados Unidos”. Sin embargo –el escritor aclara– los datos pueden ser engañosos, “porque algunos de los países más amenazados por la automatización, como China y Corea del Sur, están comprando robots industriales a toda velocidad para seguir siendo competitivos en la era de la automatización”.

De estos asuntos está hablando el mundo, mientras en Argentina el tiempo pasa y la dirigencia sigue mirándose el ombligo, en especial, aquella que prefiere ignorar lo que se viene. Porque otra dirigencia, claramente, advertida del fenómeno, ha optado por encerrarse en viejos privilegios que, más temprano que tarde, perderán. Pero, lo peor de todo, es que, en ese mientras tanto, puede que millones de niños y niñas y jóvenes sean condenados a una mayor precarización de su situación futura vinculada con el trabajo. Por eso es tan importante y trascendente comenzar a trabajar por un buen sistema de educación, a la altura de aquel que le dio al país visibilidad mundial en la década del 60, pero que hoy ha quedado, para lamento de todos, escondido en un museo.

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