Es la tecnología más emocionante con la que probablemente se cruce en su vida, una que podría cambiar la forma en que interactuamos con las computadoras en el siglo XXI.
Se trata de una afirmación audaz, pero apuesto a que dentro de cinco, 10 o 20 años voy a recordar esta columna y decir: “Se los dije”.
Me refiero a la realidad aumentada (RA), un concepto a menudo mal entendido o mal explicado y que se ha visto eclipsado por su prima, la realidad virtual (RV). Por otra parte, el ejemplo más conocido de RA, Google Glass, ha sido en gran medida un fracaso.
Para entender la RA, imagine una pantalla que no se encuentra en su escritorio o en su mano sino frente a sus ojos. Hoy, estas pantallas, que van desde unas versiones enormes de gafas de seguridad a algo parecido a un casco de bicicleta, son difíciles de manejar. Además, tienen limitaciones que van desde un campo de visión estrecho a una resolución relativamente pobre y retrasos de imagen.
No obstante, muchos expertos creen que dentro de cinco años estos dispositivos serán capaces de proyectar una pantalla virtual sobre cualquier superficie.
Imagínese que está mirando su muñeca y ve un reloj inteligente, sólo que usted no lo lleva puesto. Imagínese mirando a un costado y ver un teléfono inteligente o una tableta, aunque en realidad no tiene ni la una, ni la otra. Imagínese que está mirando una pared y, con un simple gesto, puede transformarla en una pantalla gigante y proyectar sobre ella todo su espacio de trabajo, dondequiera que usted vaya. Imagine un mundo sin pantallas, excepto la que llevamos con nosotros.
Casi todos los gigantes de la tecnología están desarrollando RA. El presidente ejecutivo de Facebook Inc., Mark Zuckerberg, ha señalado que su compañía trabaja en el tema. Samsung Electronics Co. y Apple Inc. tienen unas patentes fascinantes y están contratando especialistas. Apple adquirió Metaio, una compañía alemana de RA.
HoloLens, un dispositivo que será lanzado próximamente por Microsoft Corp. , ofrece un amplio campo de visión, una pantalla nítida y una capacidad de respuesta que ayuda a que sus imágenes parezcan reales. Google, de Alphabet Inc., sigue trabajando en RA; sus gafas se han pasado a llamar “Aura” y tienen nuevas ediciones disponibles para los desarrolladores. Seiko Epson Corp. ha venido ofreciendo gafas de RA desde hace cinco años y planea lanzar la tercera versión de su tecnología BT-300 para fines de 2016.
Decenas de nuevas empresas están entrando al ruedo, incluyendo Meta Co. y Daqri. Magic Leap Inc. ha recaudado US$1.370 millones de inversionistas de la talla de Google y Andreessen Horowitz, una de las mayores sumas para una firma que todavía no ha revelado su producto principal.
Goldman Sachs Group Inc. proyectó recientemente que para 2025, la RA y la RV generarán en conjunto US$80,000 millones en ventas de hardware, una suma equivalente al total actual de la industria de las computadoras personales. Incluso si esta cifra termina siendo exagerada, estamos hablando de un gran mercado.
Goldman Sachs también prevé que para esa fecha, la RA habrá superado ampliamente a la RV. La razón es sencilla: la RV es como la PC y RA como el teléfono inteligente. Una requiere que usted esté en un espacio controlado y cerrado, mientras que la otra puede ser utilizada en el mundo real.
“Habrá absolutamente un momento en el futuro en que la RA será tan omnipresente que no podremos imaginar nuestra vida sin ella”, vaticina Brian Mullins, presidente ejecutivo de Daqri, compañía que produce un sistema de RA para ingenieros que se integra en un casco duro de aspecto futurístico.
Llegar a ese punto, sin embargo, no será fácil ya que los retos técnicos de la RA son mayores que los de la RV. La RA de alta calidad requiere un poder de computación y sensores equivalentes a los que operan en un vehículo autoconducido, dicen los ingenieros.
Sin embargo, esa potencia computacional puede caber en un smartphone. Muchos de los nuevos teléfonos son más poderosos que la computadora del auto que ganó el gran desafío de Darpa 2005, en el que un vehículo autónomo recorrió 228 kilómetros en el desierto de Mojave, en California.
Los desarrolladores ya ofrecen aplicaciones para las gafas Moverio, de Epson, que permiten a los empleados en trabajos de campo recibir instrucciones remotas de los ingenieros o a las enfermeras ver la ubicación de las venas como si hubieran sido pintadas en el brazo del paciente.
Para que la RA despegue, los cascos y las gafas tendrán que reducirse, pero no hay barreras físicas inconquistables para hacerlas más pequeñas o más livianas. La BT-300 de Epson pesa poco más de 60 gramos.
Los precios también tendrán que bajar. El casco de RA de Daqri está en el rango de los US$10,000, dice Mullins, mientras que el HoloLens de Microsoft cuesta aproximadamente US$3,000. No obstante, la tendencia es favorable: sistemas de Meta y Epson que alguna vez costaron decenas de miles de dólares se consiguen hoy por menos de US$1,000.
Tal vez el mayor obstáculo para la consolidación de la RA sea humano. Como ocurrió con Google Glass, el uso de una computadora en la cara puede provocar reacciones viscerales derivadas de nuestros temores a ser vigilados y a sacrificar nuestra humanidad a las máquinas. La razón más probable por la que mi predicción puede fallar es que la gente no quiera usar un equipo de RA excepto para trabajar.
La RA está tardando en ser acogida por nosotros porque, a diferencia de los teléfonos inteligentes, sus primeros clientes y aplicaciones han sido empresariales. Pocos consumidores han visto un sistema de RA y menos los han probado. Sin embargo, estoy dispuesto a apostar mi reputación a esto: la RA es el futuro, la forma dominante en que interactuaremos con las computadoras e Internet en el siglo XXI.
Christopher Mims, The Wall Street Journal
LAL
http://elperiodicodemexico.com/nota.php?id=828221
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