viernes, 10 de mayo de 2013

Por qué las Google Glass sí marcarán nuestro futuro

Por qué las Google Glass sí marcarán nuestro futuro:

Los primeros en tener un par de Google Glass fueron Sergey Brin y Larry Page. Después, Eric Schmidt y otros altos cargos de Google recibieron algunas más. Y antes de que nadie externo a la compañía tuviera la menor idea de qué eran las Google Glass, la excitación y la controversia ya habían empezado.

Google, poco aficionado a hablar de productos antes de su lanzamiento, y muy conservador con la publicidad, puso en marcha una estrategia diferente con sus gafas inteligentes. En una conferencia de desarrolladores, unos paracaidistas se lanzaron desde un avión en San Francisco utilizando las Google Glass y su funcionalidad para registrar su trayectoria de caída. Un mes más tarde, las por entonces conocidas todavía como Project Glass se convirtieron en las protagonistas de un desfile de alta costura en Manhattan. Mientras, la compañía no dejó de lanzar vídeos en YouTube mostrando el concepto del dispositivo.

El 13 de abril de este año, el sueño de Google empezó a tomar forma real, cuando la compañía empezó a repartir versiones de prueba a desarrolladores y expertos para probarlas por 1.500 dólares cada una. Esta acción desató una explosión que dividió a la gente en dos grupos: aquellos que sí tenían ya las Google Glass y las adoraban, y aquellos que no las habían ni siquiera visto y que hablaban de los horrores que podrían traer a la humanidad.

Su altísimo precio significa que este dispositivo sólo está al alcance de forofos de la tecnología con mucho dinero. Pero el hecho de que los usuarios que las lleven podrían grabar cualquier cosa que ocurra en lugares públicos implica un giro en la privacidad tal y como se conoce hoy en día.

En Seattle, el bar Five Points prohibió la entrada de estas gafas en su local sin siquiera haber visto unas. Un congresista de Virginia propuso que los conductores deberían tener prohibido conducir llevando las Glass. Y recientemente se puso en marcha una petición nacional solicitando que las Glass de Google fueran prohibidas por considerarse un “dispositivo de vigilancia ilegal”.

Un rechazo inicial que, como recuerda Shel Israel en su libro “Age of Context”, se cebaban contra un dispositivo que no hacía nada que hasta ahora un smartphone no pudiera hacer. ¿Cuál es el problema entonces?

Israel se puso en contacto con Robert Scoble, el probador número 107 de las Google Glass, quien afirmó en sus redes sociales que “no viviré ningún día más sin un ordenador portátil en mi cara”, y tras probar la demo de 60 segundos de las gafas, decidió que quería unas.

Su preocupación en torno al dispositivo poco a poco fueron desapareciendo cuando se dio cuenta de que después de unos minutos de interés hacia las gafas, pronto el protagonismo del dispositivo se desvanecía y la conversación se volvía completamente natural. El contacto visual de Israel con su interlocutor era normal, a pesar de que temía tener que hablar con alguien que constantemente mirara e interactuara con su dispositivo.

Poco a poco, y con las reacciones de las personas que se encontraban con Scoble y probaban la demo de 60 segundos, Israel se dio cuenta de que la mayor queja no era la privacidad, sino el precio.

Como explicó Israel en un post en Facebook, “Glass es la tecnología más inmersiva que he experimentado nunca. Se hará mejor y más barata. Cambiará el mundo, aunque probablemente no el mío ni el de gente de mi edad. Pero será un componente esencial en el mundo de mis nietos. El mundo será mejor gracias a estos dispositivos faciales”.

Pero la clave de las Google Glass es que son un catalizador. Pasarán años hasta que la gente de a pie mire al pasado y piense cómo han vivido tantos años sin esta tecnología. “Puede que esté alojado en una lente de contacto. Puede que se implante en el cerebro. Puede que esa pequeña pantalla desaparezca para siempre y se reemplace por imágenes holográficas que ver uno solo o compartir con otros”, explicó Israel. Pero sea como sea, “la mejor forma de entender hasta dónde podemos llegar hoy es darse cuenta hasta dónde hemos llegado desde ayer”, añadió.

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