De ahí viene la siguiente pregunta: ¿la luz que la fe ofrece a la vida cotidiana del creyente puede entenderse analógicamente como una forma de “realidad aumentada”? Es la fe la que me hace distinguir el cuerpo de Cristo en el pan durante la celebración eucarística y me ofrece una información ulterior a lo que mis ojos ya han visto. Es verdad que el sacramento es una señal “eficaz” de la gracia: no solo genera información, sino que hace lo que dice. Por eso la pregunta debería ser: ¿acostumbrarnos a la realidad aumentada tendrá una influencia en el modo en que se comprenderán, describirán y vivirán los sacramentos?
Sin lugar a dudas, el hecho de acostumbrarse a este nuevo tipo de realidad se está convirtiendo para algunos en una metáfora de la fe como guía para la vida. La escucha de la Palabra de Dios por medio de la Biblia tiene precisamente esta función. Basta con volver a leer el Salmo 119, 105: “Lámpara es tu palabra para mis pasos, / luz en mi sendero”. O el Deuteronomio, que pide poner los preceptos del Señor como “una señal en tu frente” (Dt 6, 8) para ver la realidad de una manera “aumentada”. Aumentada, precisamente, por la fe.
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