sábado, 30 de abril de 2016

¿Se acabó la maldición de las baterías?

SILVIA LEAL

Los drones consumen mucha energía ya que nece­sitan estar dotados tanto de un sistema informático como mecánico (despegue, vuelo y aterrizaje).
Por ello, en el mundo civil, el tiempo de duración de vuelo es tan sólo de unos pocos minutos (normalmente, por debajo de la media hora) y, como sucede con todas las baterías, el numero de usos está muy limitado porque utilizan sobre todo litio y a largo plazo este va destrozando la batería por corrosión.

He utilizado este ejemplo porque ilustra con mucha sencillez algo que afecta a muchos otros avances tecnológicos: un freno a su expansión. Está presente en el desarrollo de la internet de las cosas, la realidad aumentada y virtual…, pudiendo llegar a marcar no sólo su grado de desarrollo, sino la experiencia del cliente final.

Tomemos como ejemplo la internet de las cosas, tecnología basada en el uso de sensores conectados a internet que se espera genere en el año 2020 la “friolera” de 1,9 millones de millones de dólares a nivel mundial. Por si fuera poco, hoy hay cerca de 300.000 profesionales que ya trabajan sobre ella pero se estima que en los próximos cuatro años la cifra deba multiplicarse por quince… ¿Alguien sigue dudando de su potencial? Eso sí, para poder avanzar deberá hacer frente a la maldición.

¿Te imaginas el esfuerzo que puede suponer la ges­tión de 50.000 millones de baterías? ¿Es hoy para ti un quebradero de cabeza la gestión diaria de la bate­ría de tu móvil? ¿Imaginas tener que hacer lo mismo, exactamente lo mismo, con diez baterías? ¿Gestionar su carga y también su reposición? No me lo puedo ni imaginar.
Por todo ello, hacen falta baterías autosustentables (que se autoalimenten) y que, por supuesto, tengan una larga vida. Por ello, son muchos los científicos, las empresas y los emprende­dores que experimentan con ingeniosas soluciones para resolver este problema para siempre. Sin embargo, a pesar del esfuerzo, la solución no llega o, mejor dicho, no llegaba.

Un equipo de científicos de la Universidad de Irvine (California) anunció la semana pasada el desarrollo de un sistema que multiplica el ciclo de vida de las baterías hasta las 200.000 recargas (400 veces más que las normales) y lo más curioso de la noticia es que no saben por qué. Utilizan nano cables de oro del tamaño de una bacteria y un gel revolucionario pero no saben qué es lo que realmente ha conseguido marcar la diferencia.
¿Estaremos ya cerca del final de la maldición? Estoy segura de que pronto lo sabrán, y les deseo (y nos deseo) mucha suerte con los siguientes pasos hasta su comercialización porque podría ser el final de un fenómeno que podría suponer un importante freno a todas las oportunidades que están ahí por llegar. Crucemos los dedos.

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