miércoles, 21 de enero de 2015

La historia detrás del fin del Google glass

 La primera fase del proyecto de Google Glass ha concluido. Se pronostica el lanzamiento de otro producto, pero se desconoce si comprenderá una versión mejorada del concepto inicial o constituirá una redefinición bajo diferentes premisas. Algunos expertos, como Christian Van Der Henst, uno de los privilegiados que contó con acceso a primer prototipo de Glass en Colombia, auguran un equipo más orientado al consumidor. Otra arista de la opinión pública se alinea con la previsión de que el extraño ‘gadget’ se rediseñará para ajustarse a focos de mercado especializados, como la medicina o el sector industrial.

Lo concreto es que Google Glass se acabó como lo conocíamos. La firma con sede en Mountain View envió un comunicado a quienes conformaban el selecto grupo de exploradores –así se definió a los más de 30.000 entusiastas que desembolsaron la astronómica cifra de 1.500 dólares por un par de estas exóticas gafas- para anunciar el fin del proyecto. En la misiva, la empresa agradeció a quienes colaboraron con el mismo.
Glass se vendió como un dispositivo que lo cambiaría todo. La promesa no se cumplió, por ahora.
Según Google, quienes hayan sido exploradores de la primera versión, podrán acceder a las futuras versiones de las gafas cuando se concrete su desarrollo. La empresa despidió, así, sin pompo, un dispositivo que fue introducido al mercado, en contraste, con parafernalia, con la promesa de cambiar la forma en que interactuábamos con nuestro entorno.
“Lo que pasó es que Glass prometió algo que no cumplió. Nos vendieron el producto como si fuera propio de Iron Man. Nunca fue realidad aumentada, solo fue un Heads-Up Display (una pantalla o visualizador que podíamos usar en nuestras cabezas, para resumir)”, opina Freddy Vega, fundador de la plataforma de educación en línea Mejorando.la.
No es la primera vez que Google se retira de un proyecto. Dentro de su ‘cementerio’ de desarrollos fallidos encontramos a Google Reader (un lector RSS), a iGoogle (un generador de páginas web personalizadas), a Google Health (servicio de información enfocado en salud), Google Friend Connect (una suerte de red social), Google Video (era como YouTube, pero no tuvo la misma acogida), Google Labs (aquí publicaban productos raros), Google Desktop (para buscar archivos dentro del PC) y Google NoteBook (para escribir notas en internet), solo por mencionar algunos.

Uno de los más recordados fue Wave, una plataforma que integraba los principales servicios de la compañía, como el correo y la mensajería instantánea en una sola interfaz.

Google acostumbra a lanzar una versión beta de sus productos de software, invita al público a probarlos y después los mejora. Ejemplo de ello es Gmail, que duró en fase beta varios años, desde su lanzamiento en 2004.

La compañía intentó replica ese estilo de procedimiento con una pieza de hardware y falló. En efecto, las Google Glass nunca se sintieron como un producto terminado –porque no lo eran- y ello les restó atractivo. Se estima que su costo de fabricación era de 200 dólares (unos 400.000 pesos), pero se vendieron a los exploradores por 1.500 dólares (3 millones de pesos).

Christian Van Der Henst añade que las gafas se sentían frágiles. “Me la pasaba revisando a ver si seguían funcionando”. Su batería apenas era capaz de grabar 45 minutos de video y la capacidad de almacenamiento era de 12 GB –en el papel, era de 16 GB, pero el sistema operativo consumía 4 GB-. A lo anterior se suma que era, como la mayoría de dispositivos para vestir, un aparato que no funcionaba de forma independiente, sino que se conectaba con los teléfonos inteligentes. No faltaron las quejas por la baja calidad de imagen que ofrecía en condiciones de baja luz. Hasta los miopes se quejaron porque la pantalla se proyectaba más lejos del ojo de lo que ellos esperaban.

A pesar de las deficiencias propias de un sistema en ‘obra negra’, los exploradores concuerdan en que las gafas facilitaban varias tareas. “Era bastante conveniente no tener que mirar a la pantalla del celular todo el tiempo. La posibilidad de tomar fotos sin usar las manos era muy útil. Lástima que Google no las popularizó”, contó a Tecnósfera Jesse Stay, un explorador y profesor de la Universidad de Negocios LDS, en Salt Lake City.

Stay confiesa que el hecho de que Google no las popularizara llevó a que él se sintiera extraño usándolas después de un tiempo. El profesor terminó detestando llevarlas puestas e incluso empezó a verlas como un distractor. “Esa sensación de ser un bicho raro no era agradable”, apunta.

En efecto, las Google Glass fueron perdiendo parte de su lustre con el pasar de los años. Llegó un momento en que se volvieron blanco de burlas y de ataques. Se acuñó el término ‘Glasshole’ (una mezcla entre Glass y 'asshole', la versión inglesa de 'pendejo'), en referencia a aquel usuario que las usaba de forma inapropiada. Un video del portal de tecnología Mashable resume de manera magistral el sentir de muchos usuarios:



Otro buen ejemplo es esta parodia de Smosh:



Es más, hasta el mismo Google creó un manual de uso donde se invitaba a los dueños de Glass a respetar la privacidad de otros usuarios, a apagar el dispositivo cuando fuera necesario y a tener sentido común al usarlas, entre otras curiosas recomendaciones.

Vea aquí el manual de Google

La euforia inicial se transformó en miedo en algunos casos. Hubo exploradores que fueron atacados cuando portaban el dispositivo, como el periodista Kyle Russell, a quien una mujer le arrebató las gafas con violencia en medio de una protesta orquestada en las calles de San Francisco, California.

Una situación similar fue reportada por la periodista de tecnología Sarah Slocum, quien fue agredida verbal y físicamente por unos ‘Google Glass haters’ en un bar de San Francisco. Slocum logró conservar las gafas, pero le robaron su cartera y su teléfono celular.

Las Glass resultaron ser un ‘gadget’ tan inusual que planteó hasta dudas legales ¿Se debía permitir su uso al volante? En enero de 2014, Cecilia Abadie, una mujer de California, fue citada a juicio por usar las gafas de realidad aumentada Google Glass mientras manejaba su automóvil. Dos semanas después fue declarada no culpable.
Lea también: A juicio por manejar con las gafas de Google

¿Se debería permitir su uso en las salas de cine? La Asociación Americana de Películas (MPAA, por su nombre en inglés) y la Asociación Nacional de dueños de teatros las prohibieron en noviembre del año anterior. El temor de que fueran usadas para grabar las películas derivó en esa decisión.

“Nunca había visto tanto odio hacia un dispositivo como ocurrió con Glass”, resume Freddy Vega, el fundador de Mejorando.la 

A todo lo anterior se suma que los desarrolladores empezaron a perder interés en esta pieza tecnológica. En noviembre, Reuters contactó a 16 compañías que trabajan en software para las Glass, nueve de ellas declararon haber abandonado sus proyectos relacionados con este dispositivo.

“Si hubieran 200 millones de Google Glass vendidas, las perspectivas serían diferentes. No hay mercado en este momento”, dijo Tom Frencel, presidente de Little Guy Games a Reuters en esa ocasión.

Ante las malas perspectivas, varios empleados involucrados con el proyecto Google Glass empezaron a saltar del barco desde el segundo trimestre de 2014, incluyendo el líder de desarrollo, Babak Parviz, el jefe de ingeniería electrónica Adrian Wong y Ossama Alami, director de relaciones de desarrollo, reportó Reuters.

El último clavo en el ataud de Glass fue la paulatina aparición de múltiples competidores que fabricaron gafas de realidad aumentada con prestaciones similares, mejor diseño y un precio inferior. Encontramos en ese universo a las Epiphany Wear, de 300 euros, fabricadas por Vergencia Labs; las Moverio BT200 de Epson, de 700 dólares; las Smart Eyeglass de Sony, cuyo valor no se ha definido, y las Toshiba Glass. 
Las Smart Eyeglass de Sony
¿El futuro es Magic Leap?
Puede que Google haya decidido sepultar las Glass por las razones esgrimidas, pero es poco probable que se hayan despedido de sus intenciones de crear un dispositivo de realidad aumentada. 

En octubre del año pasado, la firma invirtió 542 millones de dólares en Magic Leap, un emprendimiento con base en Florida (EE.UU.) que está trabajando en un nuevo tipo de realidad aumentada llamado realidad cinemática.

Esta nueva tecnología sería capaz de generar realistas imágenes en 3D que se superpondrían a nuestra realidad. El fundador de Magic Leap, Rony Abovitz, considera que la realidad cinemática incluso desplazará a la realidad virtual como el avance dominante en el futuro.

Con un par de gafas de Magic Leap podríamos, por ejemplo, ver un dragón cruzando el cielo o un gnomo saliendo de nuestro armario. La fantasía digital se mezclaría con nuestra realidad de forma excepcional.

Algo así:

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