lunes, 16 de diciembre de 2013

Ordenadores que miden emociones





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¿Os acordáis del ‘Clippy’? ¿Sí, ese monigote del Word que con forma de clip que pretendía hacernos más fácil como justificar un texto, cambiar la tipografía o añadir una celda? Odio. Un servidor recuerda aniquilar ese bicho de simpática mirada con ráfagas indiscriminadas de mouse. Está claro que ‘Clippy’ no acabó de identificar muy bien nuestros sentimientos delante de la pantalla, más bien fue un detonador de ira, estrés y destrucción a golpe de teclado.

Por suerte, desde entonces, el estudio de los sentimientos que mostramos delante de un dispositivo electrónico ha evolucionado para mejor, hasta el punto de dar nombre a una disciplina en el campo de la ciencia y la tecnología.

Hablamos de Affective Computing (Computación afectiva), una tendencia que nos acerca al día en que los ordenadores sepan leer nuestros sentimientos.

Este concepto es ahora mismo una de las 26 disciplinas que se desarrollan en el Media Lab del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts, por sus siglas en inglés), un centro que aúna proyectos interdisciplinares que nos abren las puertas del mañana: máquinas con sentimientos, las ciudades del futuro, cámaras que captan la velocidad de la luz o prótesis robóticas, entre muchos.

Estos son sólo algunos de los más de 350 proyectos que por disparatados que parezcan, muy probablemente, socorran la vida de las próximas generaciones.

Pues ya puestos, nos plantamos en el mismo Media Lab y nos citamos con Javier Hernández, un estudiante español de doctorado que nos ofrece una retrato completo del Affective Computing y sus salidas. Y… (spoiler) por sorpresa… saca a relucir unas Google Glass con pasmosa naturalidad, como si de la merienda se tratara. Como nos va la ciencia, perdemos momentáneamente el hilo en forma de foto compartida en Facebook.

Volviendo a la realidad, Javier comenta que él se dedica “a la medición de las emociones humanas” con especial énfasis en el campo del estrés. Ante todo, justifica la utilidad de hacer “máquinas más inteligentes”.

“Si tenemos ordenadores que miden emociones, podemos hacer máquinas que detecten si estás cabreado y te pongan tu canción favorita, te bloqueen las actualizaciones del PC, activen los filtros de SPAM o recomienden hacer unos ejercicios para relajarte”, detalla el investigador. Esta es la esencia del Affective Computing.

Para entender sus estudios en el estrés, nada mejor que servir de cobaya. Javier me muestra un sensor sobre el que pongo mis dedos y mide mi estrés que veo, al momento, en la pantalla del ordenador. El mero hecho de saber que estás observado dispara la puntas de actividad. Si le sumamos un juego habitual en los investigadores que consiste bajar de 4.000 en múltiplos de siete, uno -que es de letras- no pasa de las tres primeras respuestas… y la flecha sigue en máximos de estrés.

Seguramente, si se realizara esta misma prueba a alguien con mayor lucidez en el cálculo mental, la flecha de estrés sería menor que la mía. “Y es que el estrés es muy diferente según cada persona”, describe el investigador. Esta es una de las conclusiones que se pueden extraer del estudio que realizaron a 9 empleados de un centralita telefónica de atención al cliente. “Los resultados mostraron mucha variabilidad”, dice Javier Hernández.

Además, otra de las particularidades que complica medir el estrés es que posee unos síntomas (incremento de sudor o ritmo cardíaco, entre otros) que lo asemejan a otros estados distintos como la excitación o el esfuerzo físico.

Así, el investigador español se centra también en las facciones de la cara para identificar si las sensaciones analizadas son positivas o negativas. Y, aquí, es donde entran en acción las Google Glass.

Las facciones de la cara se pueden medir con webcams, cámaras fijas, móviles o sensores portables. Entre tanto dispositivo, las Google Glass son un elemento más que tal vez, en un futuro no muy lejano y según como vayan las investigaciones, nos ayuden a detectar puntas de estrés -sin necesidad de restar 4.000 en múltiplos de siete- y hasta nos relajen con el hit del momento.

Predecir el estrés

Por suerte, el estrés se puede predecir. En base al estudio de niños afectados con autismo, se han observado “ciertos patrones de estrés que pueden predecir la aparición de sus berrinches o comportamientos problemáticos” y “el hecho de que podamos medirlo antes de que ocurra, puede permitir prevenirlos en un futuro y mejorar su calidad de vida”.

Pero no hace falta recurrir necesariamente a un target específico. El científico sostiene también que “el estrés permite medir la calidad del trabajo”. Por ejemplo, afirma que “los trabajos entregados a última hora suelen ir cargados de un estrés que puede influenciar negativamente su calidad” y un dispositivo que nos alerte sobre nuestras emociones puede “optimizar” nuestro trabajo.

Evidentemente, hay más estudios pendientes de publicaciones que, por ahora, no se pueden avanzar. Pero, en esencia el Affective Computing de la mano de Javier Hernández se ciñe a “estrés, como medirlo, analizarlo y reducirlo”. Estas son las bases de las investigaciones de su doctorado.

Carlos Betriu
Redacción

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