sábado, 23 de mayo de 2015

¿La píldora roja o la píldora azul?

Por Antonio Salgado Borge

La realidad aumentada y la realidad virtual ya no pertenecen al mundo de la ciencia ficción. Tecnologías que permiten este tipo de experiencias estarán pronto disponibles en el mercado y gradualmente se irán volviendo accesibles para un creciente número de consumidores dispuestos a pagar por ellas. En años recientes gigantes tecnológicos como Google y Microsoft han hecho cuantiosas inversiones para desarrollar aparatos que ofrecerán a sus usuarios la posibilidad de sumergirse en una realidad diferente a la única que hasta hoy conocemos.

Nuestra realidad se verá aumentada en buena medida gracias a la red de sensores presentes en los aparatos “inteligentes” que conforman el internet de las cosas. Los artefactos con acceso a internet suelen presentarnos actualmente los datos que registran o que reciben a través de pantallas bidimensionales. Pero una combinación entre el crecimiento exponencial en el número disponible de aparatos con sensores y el perfeccionamiento de tecnologías para traducir los datos recopilados a estímulos sensoriales no visuales permitirá percepciones de otra naturaleza.

En su edición de julio de 2014 la revista Scientific American da cuenta de esta tendencia y explica, haciendo uso de un ejemplo sumamente ilustrativo, la forma en que esta clase de tecnologías redefinirán nuestro sentido de presencia. El caso que se presenta es el de un viñedo en el que son empleados sensores para recabar información sobre el entorno – humedad, luz, viento o temperatura- y el estado físico de las vides. Actualmente la información registrada por estos sensores es datificada y transmitida al instante vía internet a las computadoras de diversos seres humanos, quienes la observan y la emplean como base para la toma de decisiones relacionadas con el cuidado del viñedo.

Lo que ocurrirá próximamente es que este tipo de información no sólo será recreada visualmente en entornos digitales bidimensionales o tridimensionales –algo actualmente posible-, sino que, adicionalmente, será replicada a través de estímulos que apelen a nuestros restantes cuatro sentidos. Así, un individuo podría oler las uvas o sentir el viento en tiempo real sin poner un pie fuera de su casa.

Sin embargo, una vez contando con la tecnología antes descrita, nada impediría que los datos recabados en un viñedo, o en cualquier otro lugar, sean almacenados y combinados para crear escenarios diseñados a la medida del consumidor. Esto permitiría a algunas personas experimentar la “realidad” que les resulte más placentera cuando puedan o deseen hacerlo. La gran pregunta es si junto con el eventual ascenso de la realidad virtual habrá también un número individuos dispuestos a abandonar su mundo actual en búsqueda de diferentes experiencias.

Hace más de 40 años el filósofo Robert Nozick respondió a esta interrogante con la ayuda de un experimento mental conocido como la “máquina del placer”. Nozick defendía la idea de que la mayor parte de las personas no renunciarían a la realidad como la conocen para entregarse al placer proporcionado por la posibilidad de elegir vivir en la representación mental de cualquier realidad que se les antoje –ser, por ejemplo, un talentoso músico o un famoso deportista- producida por medio de electrodos conectados a su cerebro .

De acuerdo a este filósofo norteamericano los seres humanos no nos conformamos con experimentar pasivamente cosas placenteras, sino que también queremos ser entes activos y los constructores de nuestras propias vidas. Sin embargo, estudios recientes han revelado que muchas personas estarían dispuestas a casi cualquier cosa con tal de escapar de la soledad de una habitación desierta. La decisión –la píldora roja o la píldora azul- dependerá, como casi siempre, de cada persona.

Lo cierto es que la realidad aumentada y la realidad virtual comenzarán a ser parte de nuestras vidas y que este tipo de tecnologías tendrán un efecto importante en la mente humana. A lo largo de nuestra historia la plasticidad de nuestro cerebro ha permitido que el surgimiento y uso de nuevas tecnologías, como los mapas y las brújulas, o de medios de comunicación, como la imprenta o el internet, reconfiguren constantemente nuestro “hardware” cerebral (Carr, 2009. “Superficiales”. Taurus). Junto con éste se ha reconfigurado también la forma en que percibimos y entendemos al mundo. Esto significa que los medios producidos por los seres humanos acaban, paradójicamente, por transformar a sus creadores; postulado que confirmaría la máxima del canadiense Marshall Mcluhan que reza “el medio es el mensaje”. Y el mensaje de la realidad virtual es, por ahora, bastante difícil de descifrar.





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