Un visitante experimenta la realidad virtual en una feria de telecomunicacions de Budapest, esta semana (Szilard Koszticsak / AP)
JOSEP LLUÍS MICÓ
Un informe de la consultora internacional Accenture subraya la necesidad de que las empresas, las autoridades y los particulares consideren tanto las oportunidades de la realidad virtual y de la aumentada, esto es, de la realidad extendida, como los peligros que pueden derivarse de su utilización. Los analistas se refieren a las amenazas sobre la privacidad y también sobre la salud mental de los ciudadanos.
Con la realidad extendida ocurre lo mismo que con otras innovaciones de la cuarta revolución industrial –inteligencia artificial, aprendizaje automático, robótica, 5G, computación en la nube, blockchain…–, esto es, sirve para recopilar al instante un gran volumen de datos sobre quienes la emplean, para trabajar, para consumir o para divertirse. Sin embargo, esta tecnología presenta una peculiaridad: la información obtenida corresponde a la variedad más personal que pueda imaginarse.
Debates sobre la intimidad como el desencadenado por la popular aplicación rusa FaceApp, que transforma la cara actual de sus usuarios en la que supuestamente tendrán cuando sean ancianos, permiten comprender cuáles son las reservas que expresan los expertos en ciberseguridad acerca de esos instrumentos. Pero este riesgo es mucho más común de lo que se cree: se materializa a través de cualquier juego, filtro o función que requiera hablar por el micrófono o mirar a la cámara de los teléfonos, las tabletas, etc.
Raramente piensan en ello los padres que permiten que se muevan alegremente por estas aplicaciones sus hijos, en especial, si son menores de edad. Destacados divulgadores digitales como Bernard Marr sostienen que las compañías “de las redes sociales y los editores de herramientas para móviles” podrían hacer “algo más para garantizar que todo sea más fiable y que se respete nuestra privacidad”. No obstante, como él mismo añade: “No hay forma de saber si es así”.
En la mayoría de ocasiones, los navegantes interactúan de manera individual con estos servicios, por ejemplo, al situarse frente al espejo del probador virtual de una tienda de ropa o cuando se ponen frente a su smartphone para observar la simulación de un pintalabios o una sombra de ojos. Para una persona corriente, estas acciones resultan fascinantes, aunque los analistas recuerdan que a menudo comportan una exposición excesiva.
Ingenieros e informáticos están trabajando para potenciar la dimensión social de la realidad extendida, es decir, para que se practique en grupo, tanto en interior como en exterior. Entonces, con avatares que pagarán por productos y servicios y que entablarán relaciones en una dimensión paralela con absoluta normalidad, sí que habrá que extremar las precauciones, según opinan los profesionales de la ciberseguridad.
0 comentarios :
Publicar un comentario