Qué lindo tenerte acá. Uno mantiene un diálogo con vos a través de tus canciones, pero ahora lo vamos a tener personalmente.
A mí también me alegra este encuentro. Te tengo muy presente porque los dos venimos de familias de psicólogos y psiquiatras.
Claro, y mi papá era médico psiquiatra. Se llamaba Marcelo Lerner y era presidente de la Asociación de Hipnosis. Era muy metafísico. Mi vieja venía más por el lado social. Ella fundó el gabinete psicopedagógico del Nacional Buenos Aires, fue la primera profesora mujer de ahí. A ella la echaron los militares y hubo una junta de firmas de los alumnos para que la reincorporaran.
¿Fue lindo el vínculo con tus padres?
Mi papá era muy investigador, entonces era un poquito para adentro. También era un gran pintor, pero pintaba para él porque no quiso desarrollar su faceta artística. Lo mismo le pasó a mi hermana Silvia: ella es psicóloga; también pinta y dibuja muy bien. Pero yo siempre digo que una obra se convierte en obra de arte cuando hay un observador.
Alejandro Lerner: "Desde adolescente participé de grupos de metafísica y budismo".
Está la psicología y ese lugar que desafía la convención, la pintura.
Y la metafísica. Mi papá era muy metafísico. Yo siempre fui más intuitivo, aunque leí mucho y desde adolescente participé de grupos de metafísica y de budismo. Siempre fui de buscar. Mi apellido, Lerner, tiene que ver con la palabra learn: aprender, en inglés. También hice mucho deporte de chico, iba a la Hebraica. Mi primer beso a una chica lo di ahí, en una cancha de pelota paleta en un momento de soledad.
¿Te llevabas bien con tu mamá?
No me llevaba mal. Pero me daba cuenta de que yo había elegido un camino absolutamente personal y que no debía sucumbir a mandatos, aunque cortar el cordón fuera doloroso. Pero los laburos me los conseguí yo, excepto el primer pianito eléctrico, que me lo compraron mis padres.
Todo a pulmón.
Aun siendo asmático, todo a pulmón.
¿Estuvieron muy presentes la tradición y la religión en tu educación?
No. La tradición la mantenían mis abuelos. Mis padres eran tan alternativos que no eran rígidos con la religión. Yo siempre tuve una gran apertura social: eran los amigos del barrio, del edificio, del club, del colegio. Hice mi Bar Mitzvá como a los cuarenta y pico.
¿Cómo es eso?
Fue una elección. No la hice antes porque mis padres decidieron no hacerla. Lo entendí. Más adelante, cuando empecé a estudiar cábala y a entender cosas de la energía y de esa filosofía, me di cuenta de que un bautismo de un sacerdote no viene mal. Mi hija Luna está bautizada por el padre Luis Farinello.
Alejandro Lerner
MÚSICO
¿Por qué bautizada? ¿Tu mujer es católica?
Mi mujer es cristiana, pero no es religiosa. El bautismo lo hicimos más por una cuestión mística y de protección. Tiene muchos niveles de comprensión: la podés ver desde un punto de vista religioso o la podés ver como que un sacerdote le abre los chacras de su energía para que esté en una conexión más abierta con lo que quiera creer de la divinidad.
¿Qué edad tiene Luna?
Luna tiene 9 años. Y tengo otro hijo, Tomás, de 4. Vivimos una parte del año en California, lo elegí hace unos 20 años. Tengo un departamento enorme con un estudio de grabación muy lindo.
¿ Por qué elegiste la música?
La música es energía, es sonido y esto está ligado a lo metafísico. Hay quienes creen que fue el sonido lo que generó el Big Bang. A través del sonido podés curar. Cuando cantás, estás emitiendo una intención y eso tiene un poder. El sonido nos resuena en el corazón, en la garganta, en el estómago, en el sexo. Con las personas nos pasa lo mismo: hay gente con la que resonás y con otra no resonás, o resonás más opaco. Con otra te enamorás y te divertís.
En familia. Con su mujer Marcela y sus hijos, Tomás y Luna.
¿Tenés horarios de trabajo?
Lo que a veces tengo son deadlines. El impulso creativo viene en cualquier momento y lugar. Un día estaba en un bar con mi mujer, hacía poquito que se había muerto Mercedes Sosa y estaba muy compungido: de pronto me comenzó a bajar una letra y empecé a llenar servilletas. Después yo iba manejando y le iba dictando a mi mujer lo que me iba bajando y lo que iba sintiendo. Cuando llegué a Pilar con todas las servilletas, me senté al piano y apareció la música.
¿No fue planificada?
No podía ser planificada. Hay una intuición, a la que después se le puede sumar algo relacionado a la información que uno tiene y a la capacidad. Pero el artista deja que salga el impulso, aunque sea sucio, como cuando uno abre una canilla vieja. Después puede venir el trabajo de ordenar, orquestar y arreglar; pero el impulso creativo es algo erótico para el artista. Es la felicidad y la excitación de darle vida a algo que no existía. Yo creo que soy un songwriter, un compositor de canciones. Tengo poesías, tengo frases y en mi teléfono tengo una carpeta que se llama “frases pelotudas”. Me divierto solo. Es una actitud juvenil, pero no hay edad para seguir descubriendo.
¿Las canciones te salen siempre con fluidez, como la de aquel bar?
Tuve bloqueos en los últimos… Más que bloqueo, la paternidad me puso la creatividad en otro lado. Primero porque me cambió la identidad para siempre. Hoy creo que soy más el papá de Luna y Tomás que Alejandro Lerner, el pianista, el artista y todo eso que me sucedió antes. Todo lo que hago es para dejar, ya no es para mí solo. No sabía cómo iba a ser como papá; siempre me lo preguntaba.
Nadie lo sabe.
Uno es el papá de ese nene y de esa nena, siempre es un papá distinto. Vas creciendo con tus hijos.
¿Con tu familia están seis meses acá y seis en California?
No tanto. Desde que nació Luna, me di cuenta de que tenía que compartirla con mi madre, que murió en 2014. No tengo padre desde los 21. Se murió a los 57 siendo un tipo sanísimo: estudiaba, hacía yoga, meditaba. Tuvo un infarto agudo de miocardio, estuvo tres días con catéteres y él mismo se los sacó. Nos llamaron para contarnos que se los había quitado y que se había dejado ir. A los pocos años, a los 23, empecé a hacer mi carrera, que él no vio.
Así como hay un cambio de identidad cuando uno se anima a ser padre, hay un lugar de identidad cuando uno pierde al padre.
Sí. Y solamente podés percibir lo bueno y las limitaciones de tus padres cuando sos papá.
Alejandro Lerner
MÚSICO
¿Cuál es la canción que surgió a raíz de la partida de Mercedes Sosa?
Se llama Carta por la dignidad del hombre. También escribí una que se llama Indulto, que fue fuertísima y me la grabó la Negra Sosa. Escribí otra que se llama La isla de la buena memoria, dedicada a Malvinas. La escribí una semana después de que empezó la guerra. Esa canción tiene un monumento en Ushuaia.
Qué fuerte.
Este año fui a Malvinas, otra experiencia metafísica. Fui con la Secretaría de Derechos Humanos junto a los familiares que hoy tienen una cruz con el nombre de sus parientes. Antes eran soldados argentinos sólo conocidos por Dios y ahora el noventa por ciento de las tumbas tienen nombre y apellido por un trabajo que hizo el inglés Geoffrey Cardozo y un grupo de científicos argentinos que hicieron investigaciones con el ADN de los cuerpos. Grabé un video cantando en Las Malvinas que se llama Aquellos otros. Fue muy fuerte.
¿Cómo está presente en vos el compartir? Todo se integra y forma parte de una totalidad.
Me gusta tener mis grupos de música y de amigos. La pertenencia. Y ahora formé una familia, algo que por muchos años me costó. Me casé a los 45 en California: mi mujer y yo estábamos en ropa de baño y chancletas. Fue en San Bernardino y nos casó una jueza hawaiana. Estábamos solitos, no había nadie.
¿Nadie sabía que se casaban?
No, cuando llegamos se lo contamos a todo el mundo.
¿Lo tenían preparado desde hacía mucho?
No, fue un acto impulsivo de compartir. Estábamos juntos desde hacía tres años. Decidí casarme porque de esa manera ella también iba a recibir los beneficios de mi trámite para sacar la residencia americana. Fue muy tortuoso el tema migratorio: me robaron, me mintieron, me estafaron y me llegó carta de deportación. Las abogadas eran alcohólicas, tenían que mandar una carpeta y no la mandaron, entonces me deportaron.
¿Por una estafa de los abogados?
Exacto. Es uno de los rubros más inmorales que yo descubrí en los Estados Unidos, hasta que descubrí gente capaz.
¿Tu mujer es argentina?
Sí, se llama Marcela García Ibáñez.
California era un plan previo a conocerla a ella, ya eras un músico famoso también.
Sí. Yo interrumpí mi carrera varias veces: empecé en el ‘80 o el ‘81, cuando comenzaban a volver los festivales de rock. El público me dio una gran respuesta. Tenía un repertorio muy ecléctico e irónico. Cantaba una canción que era una joda a Mirtha Legrand: Mediodías con amor. Era un poco insolente ese tema, hoy en día no lo siento así y a esta edad ella merece todos mis respetos. Por más que ella tenga su ideología, no tengo por qué faltarle el respeto a nadie. Compuse otras canciones irreverentes, sofisticadas en lo musical. Después salió Todo a pulmón, un éxito regional, que sigue influyendo a los jóvenes. Increíble.
¿Tiene que ver con un alma infantil que tenías?
Y que tengo. Del ‘80 al ‘86 tuve mucho éxito en cuanto a la velocidad, compañías discográficas, viajes… Cobrando menos de lo que quería y administrando mal el dinero. No tenía experiencia. En el ‘86 decidí parar mi carrera e irme a vivir a Nueva York.
¿Para alejarte de la música?
No, para escapar de una compañía discográfica y de un manager. Venía a la Argentina solo para contestar cartas documento, para liberarme de los contratos. Ese nivel de vida no lo quería más. En Nueva York cumplí el sueño de estudiar jazz y orquestación. También tomé cursos de malabarismo y de clown. Viví dos años allá y tuve una relación afectiva muy fuerte con una chica que después, lamentablemente, falleció.
¿Mientras estaban en pareja?
Sí. Estuvimos cinco años juntos y después ella falleció, eso me pasó entre los 30 y los 35. Después decidí que no quería volver a vivir en Nueva York.
En concierto. En noviembre, su espectáculo tendrá holografía y realidad aumentada.
¿Trabajabas también?
No, podía mantenerme con lo que ganaba por derechos de autor y con lo que tenía ahorrado. Al tiempo volví a la Argentina. Después me fui a Los Angeles a buscar al productor chileno Humberto Gatica, que trabajaba con Celine Dion, Michael Jackson y otros grandes. Hoy en día, después de 25 años, he trabajado con Celine Dion, y él me presentó a Carole King e hicimos un dueto. Participé en un disco de Paul Anka en el que estaban Celine Dion, Elton John y otros. Canté con Paul Anka. También me llamó Santana para hacer una canción y me llevó de gira por los Estados Unidos. Empecé a vivir en California: el sueño de un músico argentino que quiere vivir como songwriter y productor.
Un nivel muy alto. Seríamos ingenuos si lo llamáramos casualidad.
No fue casualidad. California es el ombligo de la industria del entretenimiento. La industria es una mentalidad. Como el tercermundismo: es una mentalidad. No es un problema de pobreza o de riqueza. Yo, siendo permeable a entender otras realidades, cuando llegué a Los Angeles entendí lo que es una industria. Todos tienen una actitud proactiva y, si te ven talento, te suben a la rueda.
Trabajar en equipo y respetar al otro, a quien se lo reconoce. Uno termina creciendo como individualidad porque forma parte de un grupo.
Respeto y reconocimiento son dos valores importantes que en la Argentina están rotos. Nosotros no respetamos al Papa, no respetamos a Messi, a Favaloro, a San Martín. No respetamos al otro. Al contrario: si te respeto y valoro, me voy a sentir mal. Hay un narcisismo quebrado. Solos no somos nada.
¿Hay una fecha en especial que pases en Buenos Aires o en California?
No, es ecléctico. Tengo ganas de que mi hijos tengan la experiencia de la escolaridad allá. Estamos en un momento de la Argentina en el que estoy tratando de no sucumbir a la toxicidad.
Si lo lográs, contame el secreto.
Una de las cosas es no poner los noticieros, aunque a veces no puedo evitarlo. Ahora viajé por Córdoba, estuve por ciudades que no conocía. Ojalá pudiéramos apreciar el país que tenemos, fuera de la toxicidad y de la información que es tan nociva y nunca es inocente. La información siempre es tendenciosa.
¿Proyectos nuevos?
Un montón. Estoy desarrollando Thelex, relacionado con la música electrónica. Con unos colegas productores de esa música bailable, formé un grupo de electrónica. Hago un Luna Park el 8 de noviembre. Estoy investigando algo que se llama realidad aumentada. Me convertí en un empresario de las aventuras. Compré pantallas holográficas. Me gusta mucho la tecnología. Mi espectáculo va a ser de realidad aumentada. Con una aplicación gratuita de celular, señalando con el teléfono a los afiches en la calle, les va a aparecer un video de presentación de lo del Luna Park. Tengo mucho entusiasmo, una palabra que valoro y que está ligada al impulso de vida.
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