viernes, 22 de diciembre de 2017

Más periodismo, la receta para combatir la degración del sector


Dudar y cuestionar, los principios del oficio. Muchos periodistas se han rendido a combatir las ‘fake news’, lo que conduce a renunciar a esta profesión y a que el ciudadano se construya su propia posverdad

Josep Garriga



La Mirada. Por Josep Garriga: 'n 2022 hasta un 50% de las noticias que corran por la red serán falsas'




Los prestigiosos y archiconsultados Diccionarios de Oxford han elegido el término fake news -en castellano noticias falsas- como la palabra del año. En 2016, lo fue posverdad -en inglés, post-truth-, que definimos como «actitud de resistencia emocional ante hechos y pruebas objetivas». Fake news fue un término popularizado por el presidente de EEUU, Donald Trump, durante la campaña electoral para desmentir, y en algunos casos ridiculizar -desdeñosa actitud que exhibió también hacia personas discapacitadas- algunas noticias respeto a su figura. Ahora, la justicia estadounidense intenta arrojar un poco de luz -pese a las trabas del grisáceo entramado de la Casa Blanca- a esas maniobras que, inicialmente rebatidas, pudieron decantar la balanza hacia la victoria de Trump.

Los anglosajones, expertos en bautizar conceptos e inventar neologismos a toda suerte de transformaciones sociales y tecnológicas, sostienen que en 2022 hasta un 50% de las noticias que corran por la red serán falsas, según un estudio de la consultora Gartner titulado Predicciones tecnológicas para el 2018. Twitter, Facebook, Instagram, Whatsapp, Telegram y cada plataforma que surja hasta entonces, actuará de trampolín para propagar toda clase de falsedades y mentiras. La aldea global del canadiense Mar-shall McLuhan aparecerá en forma de realidad aumentada más cerca de un mundo virtual y machaconamente desfigurado que de una sociedad que se presume informada. Los ritmos vertiginosos en que se elaboran las noticias y se difunden por la red sin previo contraste de fuentes y autentificación de las mismas, nos conducirán a vivir en un Matrix informativo en que no distinguiremos lo fraudulento de lo veraz.

Sombrío escenario

La crisis económica y de lectura que afecta a los medios de comunicación, la masiva proliferación de deficitarios diarios digitales -todos en busca de un minúsculo pastel publicitario-, los ridículos sueldos que se pagan a los periodistas, a quienes se obliga en tiempo récord a transmitir las noticias por multicanales (Twitter, Facebook y edición digital) o la escasa preparación cultural de los mismos, nos acercan poco a poco a este sombrío escenario de futuro. De ahí que la degradación del periodismo sólo pueda combatirse -aunque suene a oxímoron- con más periodismo.

Pero la desinformación a la que a veces se somete a la sociedad no es atribuible únicamente a factores exógenos, sino también al propio periodista y al consumidor final. Las elecciones norteamericanas o el ya cansino procès han evidenciado la debilidad y rendición de ciertos profesionales de este oficio e incluso de los propios medios, alineados sin mesura hacia unas posiciones ideológicas determinadas, y cómo el ciudadano gusta consumir tan solo aquello que afiance su ideario regalándose los oídos y dando la espalda a determinados medios que ya identifica como «enemigos» de su causa personal. Eso se traduce en un túnel informativo de consumo teledirigido y unidireccional: leemos únicamente nuestro periódico, seguimos en Twitter a quienes avalan nuestro universo -a veces ignorando su cualidad de bots- y bloqueamos a quienes lo contradicen, y la única televisión que vemos es aquella que nos explica la realidad tal como la entendemos, sin matices ni contrastes. En blanco y negro. Sin rechistar.

Así, el túnel informativo en el que nos sumergimos voluntariamente es una mezcolanza de fake news y posverdad, conceptos y realidades que no aparecen tan distantes como imaginamos. Porque si los periodistas renunciamos a ejercer nuestro oficio y, lo que es peor, a nuestros principios -que podríamos sintetizar en dudar y cuestionar- condenamos al ciudadano a construirse y encerrarse en su propia posverdad, privándole de reflexionar y sacar conclusiones en un mundo complejo de múltiples formas, contrastes y diversidades. Lo dicho: necesitamos más periodismo.

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