Ante la necesidad de evasión de la realidad y de llegar a curiosos y fanáticos de los videojuegos, dos hermanos han creado en Cangas un museo para compartir su pasión por "el medio que más mueve". Es el primero de Galicia.
Jacobo y Galo Martínez son los creadores del Museo de Videojuegos, “Muvi”, de Cangas.
TANIA NÓVOA PAZ
Gracias a la labor de dos hermanos, Cangas cuenta con el primer Museo de Videojuegos, que sirve como vía de conexión entre el pasado, presente y futuro de las ocho generaciones de consolas que articulan a la sociedad desde hace 40 años.
Los artífices de esta iniciativa han sido los hermanos Jacobo y Galo Martínez, quienes lo han dado a conocer en una de las jornadas que ofrecía la Fundación Carlos Casares en el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo. Tanto Jacobo como Galo esperan ansiosamente que este acontecimiento suponga un impacto en todo tipo de público, sin centrarse en un solo “target”: “Mediante nuestra exposición, queremos dejar claro, al igual que lo hizo la propia evolución de nuestros videojuegos, que aquí lo menos importante es la edad”, señala Jacobo.
Así, el Marco tuvo la oportunidad de realizar un certamen lleno de realidad aumentada y literatura: “Queremos que esta sea una primera toma de contacto para aquella gente interesada en el mundo del videojuego, sin que resulte muy pesada”, comentó Gustavo Garrido, miembro de la Fundación Carlos Casares.
A la hora de seleccionar las piezas que exhibieron a lo largo de esta jornada en Vigo, los hermanos Martínez se basaron en su impacto social, quedándose con solo diez de las 1.200 que tiene su museo en Cangas: “Escogimos diez hechos dramáticos e internacionales, basados en su impacto social a lo largo de los últimos cuarenta años, para proclamar que el videojuego es cultura y arte”, exclama Galo. Esto mismo lo vendría a corroborar Gustavo Garrido, al afirmar que este medio se ha instaurado como un componente cultural de suma importancia.
Entre las diez piezas elegidas para la ocasión, los asistentes contemplaron desde la videoconsola más antigua hasta una de las más recientes, la Wii. Todas ellas, además de transportar al jugador al pasado y devolverlo al futuro, esconden una historia curiosa detrás, pues sus dueños también tuvieron que desplazarse a distintos lugares para llegar a presentarlas en Cangas: “En el año 2007, viajamos por primera vez a Japón. Tiempo después, en 2010, observamos una subida drástica de los precios. Además, estos varían dependiendo tanto de si funcionan como de si constan de caja”, explica Galo Martínez.
En cuanto al valor de estas, aclaran que es muy relativo ya que alguna dispone más de un valor sentimental de lo que material: “Empezamos a jugar en el ordenador de un profesor hasta que nos pudimos comprar una de las que se encuentran aquí expuestas. Me imagino que esa es a la que más cariño le tenemos”.
Con respecto a la profesión a la que se dedican, no dudan en contestar que poco tiene que ver con el “hobby” que les ha llevado a la creación de su museo. Ambos aprovechan este hecho para recalcar que no se consideran coleccionistas, sino jugadores. Jugadores de una realidad virtual que definen como “la sensación de presencia en un mundo paralelo”.
Para todos aquellos interesados en tener una cita con el mundo de la inmersión, el museo de los hermanos Martínez aunque todavía cuenta con un horario limitado, suele abrir un sábado al mes, fecha que se confirma a través de la página web y las redes sociales: “A largo plazo, tenemos pensando ampliar el calendario de visitas, pero actualmente aún nos encontramos en fase de diseño . Es realmente un proceso lento al no contar con ayudas externas y porque nuestra exposición continúa en período de crecimiento", sentencia Jacobo.
Por último, confirman su intención de que el acceso a su museo siga siendo gratuito: "Queremos un espacio libre de fines lucrativos".
Gracias a la labor de dos hermanos, Cangas cuenta con el primer Museo de Videojuegos, que sirve como vía de conexión entre el pasado, presente y futuro de las ocho generaciones de consolas que articulan a la sociedad desde hace 40 años.
Los artífices de esta iniciativa han sido los hermanos Jacobo y Galo Martínez, quienes lo han dado a conocer en una de las jornadas que ofrecía la Fundación Carlos Casares en el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo. Tanto Jacobo como Galo esperan ansiosamente que este acontecimiento suponga un impacto en todo tipo de público, sin centrarse en un solo “target”: “Mediante nuestra exposición, queremos dejar claro, al igual que lo hizo la propia evolución de nuestros videojuegos, que aquí lo menos importante es la edad”, señala Jacobo.
Así, el Marco tuvo la oportunidad de realizar un certamen lleno de realidad aumentada y literatura: “Queremos que esta sea una primera toma de contacto para aquella gente interesada en el mundo del videojuego, sin que resulte muy pesada”, comentó Gustavo Garrido, miembro de la Fundación Carlos Casares.
A la hora de seleccionar las piezas que exhibieron a lo largo de esta jornada en Vigo, los hermanos Martínez se basaron en su impacto social, quedándose con solo diez de las 1.200 que tiene su museo en Cangas: “Escogimos diez hechos dramáticos e internacionales, basados en su impacto social a lo largo de los últimos cuarenta años, para proclamar que el videojuego es cultura y arte”, exclama Galo. Esto mismo lo vendría a corroborar Gustavo Garrido, al afirmar que este medio se ha instaurado como un componente cultural de suma importancia.
Entre las diez piezas elegidas para la ocasión, los asistentes contemplaron desde la videoconsola más antigua hasta una de las más recientes, la Wii. Todas ellas, además de transportar al jugador al pasado y devolverlo al futuro, esconden una historia curiosa detrás, pues sus dueños también tuvieron que desplazarse a distintos lugares para llegar a presentarlas en Cangas: “En el año 2007, viajamos por primera vez a Japón. Tiempo después, en 2010, observamos una subida drástica de los precios. Además, estos varían dependiendo tanto de si funcionan como de si constan de caja”, explica Galo Martínez.
En cuanto al valor de estas, aclaran que es muy relativo ya que alguna dispone más de un valor sentimental de lo que material: “Empezamos a jugar en el ordenador de un profesor hasta que nos pudimos comprar una de las que se encuentran aquí expuestas. Me imagino que esa es a la que más cariño le tenemos”.
Con respecto a la profesión a la que se dedican, no dudan en contestar que poco tiene que ver con el “hobby” que les ha llevado a la creación de su museo. Ambos aprovechan este hecho para recalcar que no se consideran coleccionistas, sino jugadores. Jugadores de una realidad virtual que definen como “la sensación de presencia en un mundo paralelo”.
Para todos aquellos interesados en tener una cita con el mundo de la inmersión, el museo de los hermanos Martínez aunque todavía cuenta con un horario limitado, suele abrir un sábado al mes, fecha que se confirma a través de la página web y las redes sociales: “A largo plazo, tenemos pensando ampliar el calendario de visitas, pero actualmente aún nos encontramos en fase de diseño . Es realmente un proceso lento al no contar con ayudas externas y porque nuestra exposición continúa en período de crecimiento", sentencia Jacobo.
Por último, confirman su intención de que el acceso a su museo siga siendo gratuito: "Queremos un espacio libre de fines lucrativos".
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