jueves, 2 de mayo de 2019

CÓMO UTILIZAR LA REALIDAD AUMENTADA (RA) EN EL AULA

De un tiempo a esta parte, los coach o su actividad, el coaching, se han vuelto habituales en ámbitos tan diversos como el personal, el profesional, el social o, también, el educativo. Aunque, en el caso de su aplicación pedagógica, la habitual acepción de este término se ha visto absorbida por los cambios que la implementación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han supuesto para la profesión docente. Un nuevo paradigma que ha supuesto para muchos maestros dar un paso obligado desde su rol habitual de generadores de conocimiento en el aula hasta el de “content curators”, o gestores de contenidos disponibles en la Red, muy próximo en algunos aspectos al del “coach” que pueden ser reforzados por las posibilidades para el aprendizaje que ofrecen estas tecnologías. Pero antes de profundizar en las posibilidades de esta polémica práctica pedagógica, hagamos un poco de historia.
Una mirada al pasado sobre un nuevo concepto
Los primeros usos de esta palabra se remontan al siglo XVIII, en el Reino Unido, como parte del argot universitario en el que el coach era retratado como un profesor particular que ayudaba al estudiante con sus estudios. Aunque no fue hasta finales del siglo XX cuando, de la mano de los escritos de John Withmore, el coaching fue tratado como un nuevo ámbito de estudio primero en los EE.UU. y Canadá para, una vez comprobada su eficiencia en el campo empresarial, extenderse por el resto del mundo en sectores profesionales, y también personales, de lo más variopinto.
Pero pese a que su éxito se debe en gran parte a su popularidad en círculos empresariales, lo que aún provoca muchos de los recelos que despierta esta metodología, sus principios y mecanismos echan raíces en ámbitos como el pedagógico, el filosófico o el psicológico. Corrientes de pensamiento como el existencialismo y su visión del ser humano como criatura dueña de su propio destino, métodos educativos como el socrático, según fue recogido por Platón, que permite al estudiante objeto del coaching tomar las riendas de su propio aprendizaje a partir de cuestionarse sobre su situación, o teorías psicológicas como la constructivista, que considera que el aspecto cognitivo, emocional y social de todo ser humano es el resultado de su interacción con el entorno, son algunos de los pilares de esta actividad. Una metodología que también se vio muy influida por conceptos más históricamente más próximos en el tiempo como los de asesoramiento, empoderamiento y, sobre todo, por el controvertido concepto de programación neurolingüística (PNL) de John Grinder y Richard Bandler.
Bajo esta perspectiva, podemos establecer las siguientes características como indisociables del coaching: se considera la autonomía del sujeto o coachee base indispensable para su autoaprendizaje, es necesaria la existencia de una motivación que impulse el cambio deseado por el sujeto, debe considerarse el condicionamiento que la visión que el sujeto tiene del mundo ejerce sobre su conducta, así como la importancia fundamental que tiene la comunicación a lo largo de todo el proceso, ya que a través de la verbalización de objetivos y el cuestionamiento de su situación el sujeto se ve impelido a actuar.

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