Una de las fortalezas de la realidad aumentada es que permiten una instrucción activa o de “manos a la obra”, apunta Rafael Campos.
Rafael Campos
(Expansión) – Las tiendas de videojuegos son un negocio que se expande a nivel país. El avance tecnológico de programas de futbol soccer en los cuales es posible integrar grandes estrellas con los equipos más famosos a nivel nacional y mundial son un ejemplo básico de la tecnología al servicio del entretenimiento.
Sin embargo, estos nuevos desarrollos y sus aplicaciones han quedado reservados para algunos docentes curiosos o a manera experimental en algunas universidades.
Existen en la web aplicaciones como BioDigital Body, que en forma gratuita permiten entender la salud y el cuerpo humano de mejor manera por el acceso a realidad aumentada en la computadora, la tableta o el celular.
La pregunta que surge en forma inmediata es ¿Cuál es el valor pedagógico de una experiencia de realidad aumentada o virtual? El hecho de que sea atractiva para el estudiante no quiere decir que se tenga un aprendizaje de mayor eficiencia.
Una nueva tecnología no necesariamente tiene un impacto en la formación y crecimiento profesional de los universitarios. Más aún, para que el uso de éstas impacte en el desarrollo de competencias profesionales y estén vinculadas a las demandas laborales es necesario integrar los nuevos procesos, las experiencias de estudio diseñadas desde una perspectiva didáctica activa y una integración de “outcomes” o resultados medibles de acuerdo a los perfiles de desempeño del plan académico.
De otra manera, los nuevos gadgets o tiliches tecnológicos pasarán sin pena ni gloria por los salones de clase con inversiones millonarias que no ayudarán en el progreso del capital humano del país.
El punto de partida para una experiencia de enseñanza efectiva donde el apoyo de la realidad aumentada o la integración de nuevas ciencias tienen sentido es la resolución de un problema o un desafío que así lo requieren.
Estas nuevas tecnologías deben fomentar habilidades para el trabajo que los estudiantes utilicen para enfrentar situaciones laborales concretas. El punto crítico es integrarlas dentro de áreas disciplinares que requieren el enfoque a resultados, manejo de eficiencias o resolución de temas críticos.
Las ciencias y las humanidades se enriquecen de estos nuevos entornos de aprendizaje. En el caso de la literatura, la filosofía y las artes, les permiten generar historias paralelas, mundos virtuales, visitas en el tiempo y combinaciones, sea de sonidos o colores que produzcan obras de arte que posteriormente son imprimibles en tercera dimensión.
Una de las fortalezas de la realidad aumentada es que permiten una instrucción activa o de “manos a la obra”. Los estudiantes se ven obligados a expandir, tocar, mover, colocar, dividir, cortar, ajustar, entre otras acciones.
Esto lleva a desarrollo de habilidades y niveles de dominio del conocimiento a grados de aplicación y no sólo de adquisición de información. A pesar de estos avances en México, necesitamos entender qué es la realidad aumentada, cómo funciona, qué habilidades realmente evolucionan, cómo vincular dichas competencias con los perfiles de egreso y demanda laboral que requieren las empresas del país.
Si la aplicación de estas nuevas tecnologías nos permite descubrir que ampliamos más las competencias profesionales y su vinculación en los nuevos puestos de trabajo, estaremos avanzando en el incremento exponencial de la accesibilidad a mayor número de jóvenes a educación de calidad. De esta forma logramos una mayor democratización de los espacios educativos.
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Si sólo despiertan el interés por un contenido o una experiencia divertida caeremos en un entretenimiento educativo que mejora la satisfacción de los participantes pero limita su desarrollo profesional.
Es un hecho que las ciencias, la tecnología, los nuevos puestos de trabajo y la educación superior deben de avanzar en forma acelerada en el progreso de las siguientes generaciones que se integran al mundo universitario.
Sólo con una planeación efectiva entre las demandas laborales y la integración de experiencias novedosas de aprendizaje apoyadas con las nuevas tecnologías estaremos preparando a nuestros jóvenes para un mundo que evoluciona en forma acelerada.
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De esta forma se logra un balance en el desarrollo de competencias intelectuales vinculadas a demandas laborales, pero con el avance de competencias transversales que busquen el bienestar personal y el bien común.
Nota del editor: Rafael Campos, Rector Institucional de Aliat Universidades. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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Las ciencias y las humanidades se enriquecen de estos nuevos entornos de aprendizaje. En el caso de la literatura, la filosofía y las artes, les permiten generar historias paralelas, mundos virtuales, visitas en el tiempo y combinaciones, sea de sonidos o colores que produzcan obras de arte que posteriormente son imprimibles en tercera dimensión.
Una de las fortalezas de la realidad aumentada es que permiten una instrucción activa o de “manos a la obra”. Los estudiantes se ven obligados a expandir, tocar, mover, colocar, dividir, cortar, ajustar, entre otras acciones.
Esto lleva a desarrollo de habilidades y niveles de dominio del conocimiento a grados de aplicación y no sólo de adquisición de información. A pesar de estos avances en México, necesitamos entender qué es la realidad aumentada, cómo funciona, qué habilidades realmente evolucionan, cómo vincular dichas competencias con los perfiles de egreso y demanda laboral que requieren las empresas del país.
Si la aplicación de estas nuevas tecnologías nos permite descubrir que ampliamos más las competencias profesionales y su vinculación en los nuevos puestos de trabajo, estaremos avanzando en el incremento exponencial de la accesibilidad a mayor número de jóvenes a educación de calidad. De esta forma logramos una mayor democratización de los espacios educativos.
Si sólo despiertan el interés por un contenido o una experiencia divertida caeremos en un entretenimiento educativo que mejora la satisfacción de los participantes pero limita su desarrollo profesional.
Es un hecho que las ciencias, la tecnología, los nuevos puestos de trabajo y la educación superior deben de avanzar en forma acelerada en el progreso de las siguientes generaciones que se integran al mundo universitario.
Sólo con una planeación efectiva entre las demandas laborales y la integración de experiencias novedosas de aprendizaje apoyadas con las nuevas tecnologías estaremos preparando a nuestros jóvenes para un mundo que evoluciona en forma acelerada.
De esta forma se logra un balance en el desarrollo de competencias intelectuales vinculadas a demandas laborales, pero con el avance de competencias transversales que busquen el bienestar personal y el bien común.
Nota del editor: Rafael Campos, Rector Institucional de Aliat Universidades. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
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