viernes, 12 de diciembre de 2014

En el futuro cada profesión tendrá sus propias Google Glass

Realizan con éxito la primera operación de cáncer de páncreas en España asistida con 'Google Glass'

Óscar Cavadas

Los cuadernos, libros de texto y las pinturas plastidecor compartirán espacio con las gafas de Google entre los bolsillos de las mochilas y las carpetas de estudiantes.

El futuro de las gafas del buscador de Internet pasará por la especialización según las necesidades individuales y profesionales de los usuarios.

Realizan con éxito la primera operación de cáncer de páncreas en España asistida con 'Google Glass'

Apenas han empezado a comercializarse en España y las Google Glass ya se están usando en la docencia. El primer centro educativo español en aplicar esta tecnología ha sido la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA). De momento sólo se están usando en fase experimental en algunas asignaturas de máster, explica el profesor de Arquitectura, Luis Alberto Alonso. Al igual que en otras disciplinas como la medicina, el marketing o la investigación, todo está en fase de prueba.

"Es muy importante decir que en la UDIMA aún no estamos impartiendo clase con Google Glass, sino que estamos calibrando el proyecto". El centro madrileño se halla inmerso en un proyecto de investigación justo al Massachusetts Institute of Technology (MIT) y de momento están viendo cuál es la respuesta de los alumnos y profesores a colocarse estas gafas tecnológicas. Se debe comprobar en qué asignaturas pueden ser más útiles y en cuáles no; qué aspectos potenciar o mejorar.

La formación a distancia parece la pista de aterrizaje perfecta para las gafas de Google. El aprendizaje a través de la pantalla de un ordenador es muy útil hoy en día pero las Google Glass generan muchas expectativas y convertirán en poco tiempo a los cursos online en una metodología anticuada. "Por ejemplo, en una clase de arquitectura, el docente puede explicar la estructura de un edificio a la vez que el alumno lo contempla a través de una visita guiada con este dispositivo", explica Alonso. En sentido inverso, el estudiante podría estar en un laboratorio de una facultad de Químicas, y en la distancia, su docente, explicarle a través de Google Glass qué ingredientes tienen que mezclar, en qué cantidad o dónde se encuentran.

¿Qué pasa con el derecho a la intimidad?

La formación presencial también se vería beneficiada. Una de las ventajas que tiene es la medición de sensaciones mediante el reconocimiento facial. El profesor podría saber en qué medida los alumnos están atentos a su lección. También mide el estrés y permite saber si está captando los conocimientos en tiempo real. Esto puede ayudar a reorientar la clase y atender de una forma focalizada las necesidades de los estudiantes.

El principal escollo viene dado por el derecho a la intimidad. Habrá personas que no se sientan cómodas sabiendo que otro puede conocer su grado de concentración o atención, o si se encuentra en un estado de nervios. El profesor Luis Alberto Alonso reconoce que en esta situación entran en contradicción la tecnología con la intimidad. "Es algo que tenemos presente. El alumno debe entender que si se coloca unas Google Glass entrará en una nueva forma de ver el mundo y la docencia", nunca mejor dicho. Alonso pone como ejemplo el uso de los teléfonos móviles, que permiten localizar la ubicación de sus dueños en tiempo real y las 24 horas del día. "Ésto también viola la intimidad del usuario, sin embargo lo hemos acabado aceptando".

En ningún caso un centro obligará a su alumnado a llevar a clases las gafas de Google. "Tiene que ser consentido por el alumno y no hay que olvidar que existen leyes sobre la protección de datos".

Brecha generacional en las aulas

Al igual que en la familia, en las aulas también existe una brecha generacional en el uso de las nuevas tecnologías. El profesorado joven es el que más cerca se encuentra de las capacidades de los 'nativos digitales'. En un ambiente en el que la endogamia alcanza al 73% de los docentes universitarios, que en muchos casos tardan años en actualizar sus programas académicos, parece difícil que se consiga implantar una tecnología que aún apenas se conoce y que ha tenido una acogida tibia en el mercado.

Alonso vuelve a poner como ejemplo el teléfono móvil. "Si hemos aprendido a usarlo y nos adaptamos a los cambios que ha sufrido la tecnología, no tendría por qué existir ningún problema con Google Glass, no es una cuestión de edad, sino de actitud". Reconoce que ésta no es una tecnología sencilla, tampoco intuitiva. Tiene su 'lengua propia' y unas características únicas. No existe ningún teclado, y la forma de dar órdenes al dispositivo es prácticamente gestual, a través de sensores con los que se han simplificado los códigos a la hora de relacionarse el hombre con la máquina.

Con la potencialidad y los inconvenientes con los que se encontrará Google Glass, es difícil adelantar en cuánto tiempo tarda la sociedad en asumir todos los filtros. Por tercera vez el teléfono móvil servirá como ejemplo. En los años 80 era impensable que cada persona tuviera uno, hasta principios del siglo XXI. Ahora hay quien dispone de varios. "Se ha tardado 20 años en llevar los ordenadores a los hogares y diez en meter las pantallas en los centros educativos". Esa horquilla de tiempo es la que estima este profesor que se tardará en implantar Google Glass en todos los centros educativos, desde Primaria hasta la Universidad.

En el caso de UDIMA, creen que será muy difícil tenerlo todo listo para el curso que viene, pero manejan tiempos mucho más cortos que una década.

En cualquier caso, Alonso asegura que las Google Glass actuales son un salto hacia una tecnología que sí será mucho más útil, "al igual que ocurrió con la transición del busca al teléfono móvil". No es una opinión personal suya, sino de numerosos expertos en tecnología, que el siguiente paso serán unas gafas 'especializadas' para las necesidades personales o profesionales de cada usuario. Unas lentes 'graduadas' a las exigencias de un público al que las grandes marcas se dirigen cada vez de una forma más individualizada.

Su llegada no es un problema tecnológico, tampoco de dinero, asegura Alonso, sino social. Actualmente se pueden adquirir unas Google Glass por algo más de 1.000 euros. Se espera que el precio baje y sean accesibles para casi toda la población.

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