Por: SANTIAGO LA ROTTA

Toda conmemoración cumple el evidente objetivo de recordar, pelear contra el olvido que suele darse silvestre y prolongar el alcance de un mensaje, un discurso, en el tiempo.
En el caso del aniversario número 70 de la caída de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, los mensajes quizá son tan variados como quien interpreta el hecho, uno que, lejos del relativismo, rasgó para siempre la historia.
Aunque en este caso, la narrativa dominante que rodea el recuerdo de aquel día está impregnada de un sentimiento que incorpora tanto miedo, como fascinación: el asombro ante la energía pura y absoluta del átomo y el asombro ante la energía pura y absoluta de la destrucción por mano del hombre.
Pero el acto de recordar necesita un vehículo, un formato, para sobrevivir a los días. En el caso de Hiroshima y Nagasaki la cosa no es diferente y parte de este vehículo colectivo y acaso global sucede también en línea. Nada nuevo, en últimas, pues la palabra escrita viene reproduciéndose en la tinta y el papel desde hace un tiempo. Pero esto no quiere decir que no haya proyectos y salidas novedosas para propagar el mensaje alrededor de las bombas atómicas en Japón.
Quizá una de las plataformas más recursivas sobre este tema en la red es Nuke Map: un mapa en el que el usuario puede ver el poder destructivo de un arsenal de 30 bombas que han sido detonadas en modo de prueba a lo largo de la historia por parte de Estados Unidos y la Unión Soviética, los principales desarrolladores de la destrucción a escala masiva.
Lo relevante de esta herramienta es que, mediante la utilización de Google Maps, permite que el usuario vea el alcance de una detonación simulada prácticamente sobre cualquier parte del planeta. Sin textos introductorios, sin mayores explicaciones, la utilidad de Nuke Map es permitir ser testigo, casi de primera mano, del poder de un arma que, bajo la luz del sufrimiento de Hiroshima y Nagasaki, quizá no debió haber existido jamás.
El alcance del arsenal atómico de EE.UU. es un asunto que comprenden bien los protagonistas de un libro titulado How to Photograph an Atomic Bomb (¿Cómo fotografiar una bomba atómica), y que hoy tiene una versión para iPad a través de la cual se narra la historia de los fotógrafos y cineastas contratados por el gobierno de este país para documentar las pruebas atómicas que se realizaron sobre la superficie del planeta hasta 1963; en este año, las superpotencias que probaban su arsenal nuclear acordaron realizar estas detonaciones bajo tierra.
George Yoshitake, uno de estos cineastas, recordó en una entrevista hace unos años que, durante una prueba en la cual se utilizaron cerdos para tratar de analizar el daño de una explosión atómica sobre una piel similar a la de una persona, “el olor enfermaba y pensé que el sufrimiento sobre un ser humano hubiera sido terrible”. “Las imágenes que ellos capturaron serán, por un largo tiempo, una especie de instantánea de lo que fue nuestro siglo pasado”, escribió Peter Kuran, el autor del libro.
El material producido por estos hombres, algunos de los cuales murieron debido a la radiación en las explosiones, fue utilizado en buena parte para convencer a los congresistas estadounidenses de la época acerca de la importancia de continuar financiando el proyecto militar nuclear de este país. Hoy, parte de las cientos de horas de video y las miles de fotografías puede ser encontrada en línea en el sitio del Departamento de Energía de EE.UU. o en YouTube, bajo este criterio de búsqueda: “declassified U.S. nuclear test film”.
Pero todo este material, aunque poderoso en su mensaje, reproduce un punto de vista que deja por fuera la voz de las víctimas, vital para entender por qué muchos durante las conmemoraciones de esta semana piden un mundo libre de armas nucleares.
Hiroshima Archive es una aplicación que tiene una versión web, así como para iOS y Android, en la cual se pueden escuchar y leer testimonios de un grupo nutrido de sobrevivientes del ataque estadounidense de hace 70 años. La plataforma tiene realidad aumentada que, claro, sólo funciona en Hiroshima, pero su parte más interesante es que permite ver y oír de primera mano a las víctimas de las bombas; cabe aclarar que algunos de los videos no cuentan con subtítulos en inglés o español, aunque los textos sí están escritos en el primer idioma.
La aplicación (cuya mejor experiencia es a través del sitio web) es una extensión de la recopilación histórica que durante años se ha hecho de la voz de las víctimas y, de cierta forma, también es parte del trabajo sobre el mismo tema realizado en Nagasaki.
No hay comentarios:
Publicar un comentario