Desde hace ya un tiempo venimos oyendo que, en el futuro, llevaremos una especie de gafillas que, aparte de ayudarnos a ver, superpondrán elementos virtuales combinados con nuestro entorno físico del mundo que nos rodea dando lugar a una realidad mixta en tiempo real. Se me ha visto el plumero: he tirado de la Wikipedia esa para tener una definición más o menos académicamente rigurosa de la que se nos viene encima con todo esto de los adelantos tecnológicos.
Es un tema que a mí, personalmente, me tiene bastante preocupado por no ser especialmente espabilado para lo de las nuevas tecnologías. ¡Es que da una pereza ponerse a aprender, oyes! Además, estas tontunas de última generación, al principio, suelen costar una pasta gansa, lo que hace que sean objetos de lujo al alcance solo de unos pocos como, por ejemplo, la familia Borbón.
Y es que, hasta que me he documentado, pensaba que el Jefe del Estado estaba atrapado en una realidad aumentada muy, muy puñetera. Como el Estado que le paga para que lo represente (mejor o peor, pero ese es otro tema) se viene abajo y se cae a pedazos, él se mimetiza y sufre sus achaques como propios, con sus discursos inconexos y sus múltiples operaciones… ¡qué destrozo no se haría en la maldita cacería! Esto ya no podía ser simple solidaridad y campechanía, que no dan para tanto, señoras y señores.
Para muestra, un botón: entre acudir a la sanidad pública o a la privada para pasar la enésima ITB (Inspección Técnica de Borbones), ha hecho como otros tantos miles de millones de euros reales, contantes y sonantes y también ha debido hacer a los médicos según González Pons, acudiendo finalmente a la privada, que es donde mejor lo van a operar. Otra muestra de la cruda realidad y otro motivo para querer que se les acabe la fiesta. Y van…
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